VIENTOS DE GUERRA

A MICRÓFONO CERRADO, opinión

24 febrero, 2022

Si estuviéramos en marzo, le echaríamos la culpa a los malvados idus; pero no tenemos ni ese vano consuelo. Una vez más un tirano vuelve a amenazar el orden mundial, si es que ese orden existía, como ha ocurrido cíclicamente en nuestra historia, escrita en rojos caracteres en muchos de sus capítulos. Vuelven a soplar, de nuevo, terribles vientos de guerra; a modo de caballos alados, azotan desbocados la endeble paz mundial.

A partir de este histórico 24 de febrero, cuando ha comenzado la invasión de Ucrania por parte del ejército de Putin, se ha estremecido el corazón entero de este planeta global tan ínfimo e indefenso; tan en peligro, como en otro tiempo, como siempre, por la demencia de endiosados líderes de crueles miras. Una vez más, estamos condenados a repetir nuestro sangriento pasado. ¡Es la guerra! Sí, es la guerra… de momento guerra ruso/ucraniana, mas podría ser la antesala de la III Guerra Mundial.

Porque en nuestra antigua Europa, no aprendemos. Dicen que no hay dos sin tres. Y también se dice que a la tercera va la vencida… Estos malditos refranes adquieren tintes dramáticos hoy. Porque evidentemente, si estallara (Dios no lo quiera) la tercera contienda mundial, muy probablemente sería la definitiva. Ya no habría más… Al final una de las dos grandes potencias (si no ambas al unísono) acabarían pulsando el botón nuclear… Lamentablemente no se trata de ciencia ficción: es una inquietante posibilidad, tan real como la fría y desafiante mirada de Putin.

En nuestro querido suelo europeo, tantas veces ensangrentado, cada cierto tiempo necesitamos una guerra, después de la de los Balcanes, parecía que la echábamos de menos en el viejo continente. Pues ya la tenemos, tenemos lo que nos merecemos, por acción u omisión tropezamos una y otra vez más en la misma y cainita piedra.

Cien mil ucranianos viven en tierra española y casi 8 mil ucranianos residen en la Región de Murcia. Ellos (todos y cada uno) han sido invadidos, también nosotros. No basta con expresar nuestra solidaridad con el pueblo ucraniano, hay que detener esta guerra de inmediato, antes de que sea demasiado tarde. Por desgracia, horas pasadas, no tan remotas, nos recuerdan las pavorosas consecuencias de no actuar a tiempo.

Uno mi voz a la de cientos de millones que claman que las armas callen, se silencien los cañones y hable la paz, si es que aún le queda aliento. Parafraseando a Blas de Otero, ‘en defensa del reino del hombre y su justicia, pido la paz y la palabra’.