Esta cansada tierra nuestra, ávida de soluciones, va en busca de que la observen y la observen bien, y si es posible que la planifiquen con acierto. De este modo, en nuestra Región, empiezan a brotar observatorios y comisiones como misteriosas setas, mientras se multiplican los planes, remedando el milagro evangélico de la multiplicación de los panes y los peces.

En nuestro pecaminoso deambular, en vez de panes tenemos planes; y en lugar de algún pez que llevarnos a la boca, nos encontramos con un observatorio nuevo, comité o comisión, que ha de conseguir nuestra felicidad absoluta. No sé si en Bután, el autoproclamado país más feliz de la Tierra, abundan los observatorios; pero al menos ‘en la mejor tierra del mundo’, nos gusta creer que observando se entiende la gente y avanzamos (observando) hacia un futuro mejor.

Ese próspero porvenir, al que se debe aspirar, se cimenta en la educación; y en ese sagrado ámbito, donde se forman los hombres y las mujeres del mañana, se decide nuestro destino. Mas la tentación de observar, antes que de actuar, vuelve a tener un oscuro encanto para quienes gozan de la capacidad de dirigir nuestros designios, eso sí cuidadosamente planificados.

De esta infausta suerte, ante las preocupantes tasas de abandono y los malos resultados en el informe PISA, la Consejería de Educación ha propuesto crear un Observatorio que supervise el alumnado en riesgo de abandono educativo. Y son muchos, demasiados, los que se hallan en tan nefasta tesitura; los últimos registros siguen avergonzándonos: el abandono educativo temprano continúa aumentando en esta Comunidad; la nuestra, es ya la segunda tasa más alta de toda España, casi un 20% (exactamente el 19%).

Con la meta de intentar paliar tamaño desmán, la Consejería acaba de plantear 65 medidas 65, ni una más ni una menos, orientadas a recuperar a los alumnos que faltan a clase y procurar el éxito educativo de aquellos con mayores dificultades. Loable misión que ha de llevarnos a observar el más escrupuloso comportamiento con el objetivo de combatir la pésima situación actual.

Para más escarnio nuestro, el abandono baja en España, pero en la Región sube, no pregunten por qué. Ni pregunten cómo se puede justificar que nuestra tasa de abandono escolar sea muy superior a la media nacional (13,6%) y sólo ligeramente inferior a la de Islas Baleares (19,1%). Es decir, continuamos en el ‘pódium del abandono’ y muy cerca de convertirnos en los campeones de esta tristísima competición. Pero no pregunten el porqué; esperen a que el Observatorio comience a observar.

Sin embargo, aleluya, nuestros problemas educativos van a llegar a su fin, gracias a este observatorio que analizará por qué nuestros chicos arrojan la toalla, y cuelgan los libros antes de tiempo. Y lo hará a conciencia, sin prisa ni pausa… E impertérrito el tiempo pasará y nos iremos poniendo viejos, como cantaría Pablo Milanés.

En efecto, lo que necesitamos es un buen observatorio. Un observatorio que observe y vuelva a observar, una y otra vez, a nuestros alumnos antes de que se abandonen a su suerte y dejen las aulas. Porque observar, lo que se dice observar, ¿qué se observaba hasta ahora? ¿Qué se ha venido haciendo a lo largo de estos años en los que veíamos fracasar a nuestros jóvenes repetida y obstinadamente?  Se lo preguntaremos a estos reflexivos observadores, su preclaro criterio nos iluminará. 

El tercer plan y los que vendrán

Esta brillante ocurrencia forma parte del borrador del ‘III Plan de absentismo escolar y reducción del abandono educativo temprano’, que se expondrá a la comunidad educativa próximamente. ¿Será por planes…?  Si este no les gusta, tenemos otros. Ya vamos por el tercero. Aunque la eficacia, tanto del primero como del segundo, brilla por su ausencia. En ese sentido, la creación de un observatorio, ¿en qué puede ayudar? Me temo que el problema está observado y bien observado; los datos hablan por sí mismos.

Ahora bien, para que los abogados del Diablo se queden absolutamente tranquilos, este Observatorio se ha de constituir en el seno de la Mesa regional homónima de absentismo y abandono educativo temprano. Siendo así, el éxito está garantizado: dispondremos simultáneamente de una mesa y de un observatorio para prevenir el abandono. Y hasta tendremos sillas y sillones para observar con mayor comodidad.

También se plantea simplificar el protocolo para la detección precoz de casos de absentismo y abandono. Ah claro, el protocolo; fallaba el protocolo…  De este modo, se van añadiendo sumandos en la buena dirección: mesa, observatorio, protocolo nuevo… 

Por cierto, dentro de este acopio de herramientas, ¿no echan en falta alguna comisión con su correspondiente parafernalia? Pues no la echen de menos, ya que en esta renovada estrategia no podían faltar comisiones específicas de seguimiento de los alumnos y la monitorización de datos en tiempo real para que teóricamente la intervención surta efecto de manera inmediata.  De manera inmediata, ya mismo.

Vaya, vaya: mesa, observatorio, protocolo nuevo, comisiones específicas… Si los alumnos con semejante operativo se siguen empeñando en fracasar, será culpa del celebérrimo maestro Armero. O será cosa de embrujo o de hechizo. Y contra el mal fario no hay nada que hacer.

Empero, si no vencemos ni convencemos con este tercer plan, no duden de que habrá un cuarto, un quinto, o los que fueran menester; entretanto nuestros jóvenes seguirán tropezando con las mismas piedras que los sabios del Observatorio habrán observado con toda meticulosidad. Aunque ya se sabe que cuando el sabio señala la luna, los necios se quedan mirando el dedo… Mirando, observando y planificando.