Después de la resaca festiva de dos semanas dos, en las que la primavera volvió ser más murciana que nunca por decreto, resulta duro retomar los vericuetos, acerbos e inciertos, de nuestro deambular político y económico. Pero por duro que sea, se debe volver a escudriñar todo lo que nos rodea con espíritu crítico constructivo, o al menos con espíritu franciscano. Y aunque parezca perogrullesco, tendremos que saber distinguir entre finales (o finalidades) y principios (o malos modos). Que todo hay y de todo habrá.
En nuestra vuelta a la cruda realidad, subrepticiamente nos topamos este lunes con el Senado. O más bien, un Sánchez ausente (como todos sus ministros) se estrelló contra la fortaleza del Senado, donde se escenificó la penúltima función de esa tragicomedia intitulada ‘Ley de Amnistía’. Una vez más, quedó patente la tempestad que se avecina por culpa de tan dichosa norma. En la Comisión General de las Comunidades Autónomas del Senado, López Miras se mostró taxativo e inflexible, y sostuvo que la Ley de Amnistía es “inconstitucional, un traje a medida del independentismo identitario”.
El presidente de la Comunidad Autónoma volvió a expresar el rechazo a la proposición de ley de Amnistía a los implicados en el proceso independentista de Cataluña de 2017, y lo hizo en nombre de los habitantes de la Región de Murcia, que ya es hacer. Miras clamaba así, cual profeta en el desierto, inmediatamente después de que actuara en el mismo senatorial circo un aragonés que ejerce de independentista catalán, que venía con la sana aspiración de trolearnos o torearnos. Un Aragonés estrafalario que, de vez en cuando, recuerda su españolidad y cita con emoción contenida al españolísimo Machado. “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora”, se atrevió a balbucir el cabecilla catalán concluida la función.
Nada nuevo. Como tampoco fueron nada novedosas las proclamas ‘mirasianas’, se mostró tan beatífico como de costumbre. Una vez más, al igual que hiciera en octubre en ese mismo foro, insistía en que se trataba de una ley que genera desigualdad entre ciudadanos y territorios, lo que supone, a su juicio, un grave perjuicio al millón y medio de murcianos.
López Miras fue más allá y afirmó que emplearía “todos los resortes del Estado” para impedir “que se juegue con los recursos financieros que garantizan a los murcianos unos servicios públicos a los que tienen derecho como el resto de los españoles”. Según Miras, el independentismo ya exige “un pacto de privilegios fiscales que supone dinamitar el sistema de financiación de las comunidades de régimen común”.
En este sentido, no hay que olvidar nuestra maldición histórica: la Región es la peor financiada ahora, pero también lo fue antes; y probablemente mañana, seguirá siéndolo. Ni con Zapatero, Rajoy y Sánchez tuvo nuestra financiación remedio, y sin ellos me temo que tampoco. Por si acaso, no miremos más atrás, también nuestros ojos se cubrirían de lágrimas.
Modelos nada modélicos
El actual modelo a Zapatero debido, lo define Miras como “injusto, insuficiente y caduco”, y resulta terriblemente tentador echarle a él la culpa de nuestra mastodóntica deuda de más de 12 mil millones. Así lo hizo el presidente en el foro de ABC, el día después de la exhibición en el Senado “El 95,5% de la deuda de la Región se debe a la infrafinanciación”, y esgrimió el puntiagudo florete de un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas que cuantifica en 10.888 millones de euros el déficit del Estado con la Región. Mas obvió otros, como un informe del propio CES de la Región que señala que la infrafinanciación supone un 30% del montante de la deuda. Del 30 al 95% media un largo trecho y un tortuoso camino. En cualquier caso, el presidente alerta ahora de nuevas cesiones al separatismo, en forma de “privilegios fiscales” a costa de empobrecer a otros territorios, y advierte de que “no lo consentirá”, que no permitirá que los murcianos seamos “la moneda de cambio”.
Pepe Vélez, que debió de ver el espectáculo por televisión, entre bostezos, no se sentía moneda de cambio, ni siquiera de cinco céntimos; quizá preventivamente se autoexcluía de ese millón y medio de ciudadanos a los que decía defender Miras con su airada mirada y resonante verbo. A modo de respuesta, replicaría el líder socialista murciano que lo que pretendía nuestro presidente era “amnistiarse a sí mismo”. Ironías al margen, supongo que también a Vélez se le clavaron las palabras más afiladas de la intervención de su cordial oponente, cuando aseguraba que esta ley estaba “redactada a la carta por los delincuentes, y que no es el final, sino el principio de la hoja de ruta secesionista”.
Y a ustedes, queridas señorías, pacientes lectores y radioescuchas, ¿a ustedes qué les parece? ¿Realmente esta ley ES EL FINAL o el principio…? ¿Y si fuera el principio, el principio de qué? Valle Inclán, sumo sacerdote del esperpento, si volviera a mesarse sus largas barbas en este magnífico momento de nuestra Historia, tal vez nos recordara que hay finales que no tienen principios, como algunos políticos. Y éste puede ser el cuento de nunca acabar; o la historia interminable.