VISIÓN DE ESTADO
24 marzo, 2022
No vivimos precisamente tiempos tranquilos. Las aguas, metafóricamente porque realmente apenas llueve, andan turbulentas a casi todos los niveles: nacional e internacional; económico, político y social; y sobre todo moral, aunque siempre nos quedará el Alcoyano…
En medio de todo este ambiente enrarecido, las crisis se suceden. No salimos de la financiera brutal de 2008-2014 para entrar en la del coronavirus y ahora, como guinda, la de la guerra en Ucrania. Las consecuencias de unas y otras se van acumulando y provocan la falta de estabilidad necesaria para enderezar el rumbo de las cosas con ciertas dosis de racionalidad y a medio o largo plazo. Nos estamos moviendo atenazados en medio de un cortoplacismo más bien perjudicial, porque a base de sucesivos parches no se puede construir un edificio social e institucional sólido y perdurable.
Los gobernantes dirán, y algo de razón no les falta, que no pueden hacer otra cosa ante las urgencias que aparecen en el horizonte más cercano. Les gustaría tener un tiempo mayor del que realmente disponen. Pero también es verdad que, ante la carencia de recursos y la urgencia de las necesidades, ciertos despilfarros del dinero público claman al cielo cuando nos está viniendo lo que viene. Y cuando vienen mal dadas, hay que arremangarse y despojarse de los trajes ideológicos que legítimamente cada cual tenga, y apostar por políticas que tengan como prioridad esencial ayudar a los ciudadanos en sus necesidades más vitales. Esa será la medida con que serán juzgados electoralmente, no le quepa a nadie la menor duda. Y quien no lo quiera ver, ahí está el ejemplo de Ayuso en la Comunidad de Madrid hace ahora casi un año.
Es la hora de abstenerse de demagogias baratas, de clichés ideológicos paralizantes y endogámicos, de políticas de laboratorio y de ingeniería social que se centran en lo superficial cuando está cayendo, como se dice en lenguaje coloquial, la mundial. Es la hora, por contraste, del realismo, del saber escuchar las voces de los que más sufren las crisis aunque resulte molesto y perturbe la paz, de apretarse el cinturón por parte de los más pudientes y acomodados tanto política como económicamente. Es la hora de ejercer el poder con visión de estado, no de partido. En momentos así, quienes opten por la visión de estado, aunque parezca paradójico, se llevarán el gato al agua en las próximas elecciones.