UNA CONSTITUCIÓN DISMINUIDA
2 febrero, 2023
No sabemos en qué parará el intento de PSOE y PP -¡para una vez que se ponen de acuerdo!– de reformar el artículo 49 de la Constitución y sustituir el término “disminuidos”, evidentemente desfasado y ahora peyorativo– por el de “personas con discapacidad”. Propiamente hablando, más que de una reforma habría que hablar de un retoque, que eso es, dirigido a dignificar el valor de dichas personas. Ningún grupo parlamentario puede atreverse a oponerse a dicho cambio por razones de un mínimo decoro. Pero, claro, a nadie se le escapa que reformar la Constitución lleva consigo un proceso que los partidos contrarios a ella podrían aprovechar para abrir el melón de otras reformas en el texto de nuestra Carta Magna que vienen preconizando desde hace tiempo.
La tentación está ahí cerca y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, pretenden hacer un trasvase Duero-Tajo-Segura e introducir sus peticiones de índole política… politizando innecesariamente el debate sobre un tema políticamente neutro como el de la discapacidad. No hay más que echar un vistazo a la lista que, a modo de carta a los Reyes Magos, aparece ya en las enmiendas registradas en el Congreso a la reforma de dicho artículo 49, particularmente por parte de los partidos nacionalistas o independentistas catalanes y vascos: la sustitución de “nacionalidades” por “naciones” en el artículo 2, la eliminación de la función de defender la integridad territorial por parte de las Fuerzas Armadas en al artículo 8, la introducción del derecho a la amnistía, la eliminación del artículo 155, o sea, aquel que permitió la intervención estatal en Cataluña en 2017, entre otras “perlas”.
O sea, que se abre una rendija por un acto de razonable justicia y algunos quieren hacer un boquete que disminuya y discapacite (valga la metáfora, nunca mejor traída a colación) los poderes del Estado en favor de las pretensiones de quienes quieren desgajarse de él. A su favor tienen el precepto constitucional que obliga a hacer un referéndum para cambiar la Constitución (aunque sea solo para lo del mencionado artículo 49) si así lo piden el 10 por ciento de los diputados; es decir, 35. Si la cosa se pone así de fea, y dichos partidos enmendantes se mantienen en sus trece y consiguen esa cifra, seguramente el retoque del 49 se quedará en agua de borrajas porque el referéndum se convertiría en una excusa para cuestionar o poner sobre la mesa aspectos tan controvertidos políticamente que se montaría la parda. Y no parece que al PSOE y al PP le interesen esos debates.
Quieren transitar solo la vía de la aprobación parlamentaria pero no la del referéndum. Si no sale adelante, nuestra Constitución continuará no sé si disminuida o discapacitada pero sí desacreditada por mor de políticos obcecados en sus intereses particularistas. Todo dependerá de la capacidad de los socialistas de hacer entrar en razón a sus socios de investidura, a quienes tanto ha dado en esta legislatura.