8/11/2019 – 

MURCIA.  En la sociedad de la información, en esta aldea global en la que todo está al alcance de un simple click, persisten flagrantes asuntos decimonónicos como las cuestiones puramente contables. ¿Qué es un asunto estrictamente contable? ¿Dónde reside su peculiaridad?, ¿qué puede entrañar un problema estrictamente así definido? Si nos referimos a la Administración, con excesiva frecuencia, significa que no se ejecuta un presupuesto en su totalidad, aunque de su ejecución dependa el día a día de los más desfavorecidos.  Con qué suma facilidad se cae en el vicio estrictamente contable, cuando contablemente no cuesta nada…


Como ha vuelto a ocurrir con el IMAS, que corre el riesgo de transformarse en el I MENOS. No me vengan con excusas, contables o incontables, puedo entender (aunque no comprender) que este negativo desfase presupuestario suceda en otros ámbitos, pero nunca debería ocurrir en el Instituto Murciano de Acción Social. Que el IMAS deje de gastar unos 20 millones de euros por pura descoordinación, debería avergonzar a sus responsables y a quienes les nombraron. Por mucho que el Gobierno regional le eché la culpa al mambo de los asuntos “estrictamente contables”, nadie debería esconderse detrás de tamañas justificaciones. Y la explicación no puede ser más abstracta, se escudan en un tema “estrictamente contable derivado de la condición del IMAS como organismo autónomo dependiente de la Consejería”.

Así estrictamente contados, cerca de 3.300 millones de pesetas duermen en el ataúd de la burocracia del “vuelva usted mañana” de un Larra, que seguiría escandalizándose entre nosotros. Sin embargo, la Consejería de Hacienda insiste en que ese dinero “queda ya comprometido como gasto”. Aunque en la liquidación del presupuesto, esa veintena de millones figura como remanente de crédito, y no en las obligaciones pendientes de pago ni en gastos comprometidos.

Les recuerdo que el presupuesto del IMAS ascendía a 278 millones en 2018. No obstante, de la mera consulta de la liquidación de las cuentas públicas se deduce que, de esa cantidad, el 7% del total (19,8 millones) se ha quedado en el limbo de lo estrictamente contable. En el inefable universo del dinero durmiente.

Para mentes muy frías (y con el corazón de hielo), puede parecer poco; pero es mucho. Máxime si se tiene en cuenta que la Región sobrelleva unas tasas de pobreza superiores a la media nacional, casi uno de cada tres murcianos está en riesgo de exclusión. Y, para más inri, son muchas las personas en situación de emergencia que no cobran la renta básica; y muchos, los mayores y discapacitados, que a su vez sufren estoicamente las consecuencias de tan habitual práctica. Resulta de todo punto inaceptable que haya presupuesto disponible y que no se ejecute.

Tan agraviante desfase entre lo presupuestado y lo liquidado se reitera, de ejercicio en ejercicio, como una maldición bíblica. Entre tanto, a día de hoy, más de 4.300 dependientes aguardan ansiosamente su turno para acceder a las ayudas a las que tienen derecho; y más de 50.000 murcianos sobreviven en la Región con ingresos inferiores a la renta básica; una renta de pura subsistencia que oscila entre 430 y 806 euros (en función del número de miembros de la familia). El año pasado, este subsidio sólo llegó a 5.856 personas; aun así, un 8% más que en el ejercicio anterior.

Vano consuelo. Por desgracia, los derechos no entienden de asuntos estrictamente contables. Que nos cuenten otro cuento. Por ejemplo, el más memorable de Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio estrictamente contable todavía estaba allí…”

Hipólito Martínez es periodista