Murcia, 27 de octubre de 2020

Hoy quiero, ante este micrófono silencioso, hacer una humilde llamada de atención; me quiero dirigir a esa minoría no tan minoritaria, para la que no existen restricciones, ni cuarentenas ni toques de queda siquiera… Ellos al parecer viven en otra dimensión, donde el virus es poco menos que una invención o un cuento de viejas.

Venimos registrando los peores datos, desde el comienzo de la pandemia; España y nuestra Región baten récords negativos. Ya hemos sobrepasado la barrera de los 300 muertos en Murcia, de los que más de la mitad pertenecen a la llamada segunda ola; y también hemos rebasado con creces la frontera de los 10 mil casos activos … Y sin embargo, todavía hay ciudadanos que se toman esta enfermedad a broma.

Por ejemplo, en nuestra querida Murcia cerca de doscientas personas se saltan a diario su cuarentena, con un descaro estremecedor. ¿A qué juegan estos conciudadanos nuestros…, a contagiarse o a contagiarnos? Sí, luego le echaremos la culpa al empedrado, un empedrado que generalmente se llama gobierno. Éste no deja de ser un recurso muy manido; aunque en verdad nuestros 18 gobiernos (uno central + diecisiete periféricos) han acaparado deméritos sobrados para que se les critique acerbamente. De nuestros males, en esta tierra querida por sistema se culpa al Gobierno, al nacional, al de la Comunidad, o al universal si lo hubiera.

Y seguramente ellos, los saltimbanquis irresponsables, son los primeros en hacerlo, los primeros en quejarse amargamente de la ineptitud de nuestros gobernantes, sin apreciar la viga en sus ojos de ebria mirada, mientras siguen haciendo de su capa un sayo. Y si hasta ahora se saltaban cuarentenas, ahora se saltarán toques de queda, confinamientos perimetrales o sin perimetrar, y lo que se ponga por delante, en un desafiante triple salto mortal. Y nunca mejor dicho, mortal… mortal de necesidad…

Para ellos aún no ha nacido el estado de alarma que les alarme. Pertenecen a una estirpe real, que creíamos extinguida; nada más lejos. Son una minoría pero, insisto, no son tan minoritarios como creíamos… Se pavonean ante nuestra mirada incrédula. ¿Quién no ha visto a algún vecino nuestro pasearse jocosamente sin mascarilla? ¿ O gritando desaforado, móvil en mano y con la mascarilla en la muñeca? ¿A quién no le han echado el humo del tabaco ajeno a la cara? En efecto, son minoría; aunque una minoría muy visible.

De esta infausta suerte, a nadie le puede extrañar que los ingresos por Covid se dupliquen en nuestros hospitales, y que batamos registros a diario. La situación es muy delicada, y puede tornarse en extremadamente crítica en cualquier momento.

Y sin embargo, tales titiriteros siguen divirtiéndose alocadamente de terraza en terraza, de sarao en sarao, la menor de las excusas es buena para despeñarse en el abismo. Si cayeran ellos solos, el problema no pasaría de su esfera privada; mas bien sabemos que en su caída pueden arrastrar a cualquiera que se cruce con ellos, si la fortuna le es esquiva.

La paciencia de aquellos españoles (la inmensa mayoría), que cumplen escrupulosamente con su deber, se encuentra a punto de desbordarse; no están para bromas chuscas, ni mucho menos para soportar sus acrobacias y saltos mortales. Aunque ellos, los saltimbanquis desalmados, no se inmutan; vendrán y se sucederán confinamientos y estados de alarma (Dios no lo quiera), y ellos seguirán saltando…. Cretinamente saltando y riendo. ¿De qué se reirán?