RUEDAS DE MOLOINO
20 octubre 2023,
Anda Pedro Sánchez afanando su próxima investidura como presidente del gobierno, aunque no sabemos cuándo porque inexplicablemente la presidenta del Congreso no le ha puesto aún fecha. Los mimbres con los que parece tejerla no son ninguna novedad porque todo apunta a una repetición de la fórmula de la última legislatura, es decir, un gobierno de coalición con Sumar (antes Unidas Podemos, mismos perros con distintos collares), más acuerdos parlamentarios con el resto de socios, fundamentalmente nacionalistas e independentistas varios.
Un episodio reciente, como las declaraciones de Ione Belarra sobre el conflicto bélico en Palestina e Israel, es sintomático de las debilidades congénitas de dicha fórmula. Y es que, a la hora de la verdad, los estímulos motores de las izquierdas radicales, sean estatales o independentistas, siguen de algún modo instaladas en sus apoyos implícitos a la violencia, sea esta la de los palestinos de Hamas, la de la Venezuela de Maduro o la del terrorismo de ETA, que a Dios gracias ya no mata, todo sea dicho.
En escenarios así, la percepción de la unidad de un gobierno queda en entredicho en cuestiones que son bastante medulares. Y no digamos la imagen externa que a la comunidad internacional se envía, resumible en algo tan sencillo como la falta de autoridad de quien encabeza dicho gobierno, principal responsable de que funcione como funcione.
Con la ley en la mano, el presidente del ejecutivo y solo él es quien nombra y cambia ministros. La realidad, y basta con mirar lo sucedido en su último mandato de 2019 a 2023, es que Sánchez no cesó ni reemplazó a ningún ministro de la parte podemita porque era una cuota tasada y, si alguno se iba como hizo el propio Pablo Iglesias, era Podemos quien sugería el nombre que luego Sánchez designaba. Y cuando más fuerte arreciaron los vientos contra Irene Montero por su fiasco de la ley del solo sí es sí, sencillamente Sánchez se limitó a, primero, mirar a otro lado; luego, observando el reguero de excarcelaciones de violadores, a rectificar la norma con la oposición de Podemos; pero nunca se atrevió a –como se diría coloquialmente– echar a la ministra de Igualdad. ¿Por qué? Porque el pacto con Podemos no se lo permitía.
Así las cosas, ¿puede esperarse algo distinto en el nuevo gobierno que se forme tras la investidura? Difícilmente se apearán del burro los de Sumar y dirán que las condiciones de su entrada en el gobierno no pueden ser distintas a las anteriores con Unidas Podemos. Es de cajón. Sánchez tendrá que volver a hipotecarse, a comulgar con ruedas de molino. Si ya aguantó así cuatro años, ¿por qué no otros cuatro? Lo malo es que sus enormes tragaderas pueden atragantarnos a muchos españoles de derechas y de izquierdas. Si no, tiempo al tiempo…