REÍR LAS GRACIAS

opinión, Por Decir Algo

09 mayo, 2023

Pasó, pasó por aquí un tal Gustavo Petro. No, no es ningún jugador de fútbol, lo siento. Se trata del presidente de la República de Colombia, que anduvo por nuestro país de visita oficial. No sé si la siguieron mucho, poco o nada, pero dejó unas cuantas perlas en sus discursos en las Cortes, en las recepciones oficiales con las que se le agasajó o en las ruedas de prensa. No sé ustedes, pero yo al menos si me invitan a algún lugar, y por aquello bien sabido de que “es de bien nacidos ser agradecidos”, trataré siempre con deferencia y respeto al anfitrión. Si además, como fue el caso, se le conceden importantes condecoraciones, razón de más para extremar la pulcritud y, añadiría, la buena educación.

Resulta que el tal Petro puso a caldo a la vieja metrópoli… más de dos siglos después de la independencia de su país. Habló del “yugo español” como causante de tantas desgracias como afligen a su patria. Por supuesto lo dijo en español, que es la lengua que hablan él y todos sus conciudadanos. Si fuera consecuente y estuviera tan subyugado, debería renegar de ella también.

 

Está de moda en todo el continente americano, e incluyo aquí los Estados Unidos, despotricar contra todo lo español en clave de pasado, contra aquel imperio donde nunca se ponía el sol… y que ya es historia, cada vez más historia. Y la historia, tan rica en matices, es incompatible con verlo todo blanco o negro. La política, tan ruda y sin matices, que busca más el impacto inmediato que la posesión de la razón, busca titulares fáciles y simplones que apenas resisten una reflexión serena y objetiva de los hechos.

 

Guste más o guste menos, no existe en todo el orbe (hagan, por supuesto, todas las comprobaciones que crean oportunas) una extensión de tierras que sigan hablando la misma lengua y que tengan unos lazos de unión cultural y de afectos tan estrechos como los existentes entre España y toda la América hispana. Por poner una comparación, no son ni mucho menos similares los lazos existentes entre los Estados Unidos e Inglaterra, o entre el Reino Unido y sus ex colonias de la Commonwealth. Esa especial comunión que hace sentirse como en casa a cualquier español que vive en Hispanoamérica, y viceversa, no se da de igual modo en otras regiones del mundo.

 

Bastantes nuevos líderes latinoamericanos pretenden imponer unos anacrónicos clichés ideológicos, aunque suenen a nuevos, que responden más bien a su incapacidad para manejar situaciones y crisis complejas cuyas culpas más cabe buscarlas dentro que en el supuesto “enemigo exterior”, es decir, España, cuya dominación terminó en un período ya bastante pero que bastante lejano. Ayuda, empatía y comprensión entre pueblos hermanos toda la que se quiera y más, pero reírle las gracias –como ha ocurrido en estamentos oficiales– a alguien que te insulta en público raya más bien en un masoquismo político y diplomático bastante pero que bastante ininteligible.