Leo en un diario confidencial serio el siguiente párrafo de una de sus noticias destacadas del día. Abro comillas: “En Twitch, la plataforma de directos en la que operan la mayoría de los streamers, en solo un año, Ibai Llanos ha perdido la mitad de sus suscritores de pago. Auronplay muestra una caída aún peor y ElRubius, pese a haber stremeado el doble de horas este febrero que el pasado, tiene la mitad de espectadores”. Cierro las comillas, hasta aquí la cita. 

Ignoro si se habrán enterado de qué va la fiesta, si les ha sonado a chino o a un dialecto de la tribu de los masái en África, pero se trata, sí, del mundo real: este mundo en el que parece predominar la instantaneidad, lo fugaz, lo que se consume en pantallas cuanto más rápido mejor y donde no parece haber mucho lugar para lo que podríamos llamar el sosiego analógico. Es también, ¡y vaya si lo es!, un negocio, y quien consigue llevarse el gato al agua puede dar buenos pelotazos. Si no, pregúntenles a los Ibai Llanos, ElRubius y demás congéneres, a quienes no parece que les haya ido muy mal y se han convertido en una especie de celebrities o, cabría decir con más propiedad, en terminología propia de nuestros digitales tiempos, e-celebrities. A estos efectos, Pablo Motos u otros como él son ya como las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira.

Claro que mantenerse ahí arriba durante mucho tiempo en esta sociedad acelerada digital no resulta tarea fácil, y las nuevas generaciones –esas que consideran ahora a Llanos y ElRubius, de acuerdo a las mediciones de audiencia, como cuasivejestorios– pisan fuerte y reclaman su cuota de poder. Así ha ocurrido siempre, no nos engañemos, en cualquier negocio y en cualquier generación porque el ser humano mantiene unas constantes, valga la redundancia, bastante constantes en esto de su funcionamiento individual y en sociedad.

Leí también hace muy poco, en otro confidencial, y eso me pasa quizás por leer tanto, el siguiente titular, a todas luces escrito para llamar la atención: “Todo lo que debes saber sobre Victoria Federica: la nueva influencer de moda en España”. Ya saben, la hija mayor de la Infanta Elena, hermana del rey Felipe. Es lo que tiene ser miembro egregio de una familia real: con tanto tiempo libre, una se puede hacer hasta influencer. Y además parece que arrastra consigo a su prima Irene Urdangarin, la hija de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, a quien no le desagradaría –dicen quienes saben algo de esto– seguir esos mismos pasos. Su madre no opina lo mismo, pero a estos jóvenes me temo que lo que le digan o les dejen de decir sus progenitores poco les va a importar.

A todo esto, y para acabar: ¿no ha pensado nunca en ser un influencer? A lo mejor resulta que ya lo es y ni se ha enterado. Porque influir, al fin y al cabo, lo que se dice, influir, todos influimos: quién más quien menos, pero todos lo hacemos aunque no nos demos cuenta ni salgamos en la televisión o en la sección de celebrities. Jugando con esta última palabra, quizás celebremos que no salimos en esos medios: resulta mucho más saludable influir en silencio.

Carlos Barrera