“Miré los muros de la patria mía”… Así comienza un célebre soneto de Quevedo (no confundir con el cantante, que es el primero que te aparece en las búsquedas de Google al teclear el apellido). La palabra “muro” fue precisamente la que más copó titulares y análisis del discurso de investidura de nuestro de nuevo presidente del gobierno Pedro Sánchez. Escriban si no estas dos palabras clave, muro y Sánchez, en el buscador: todas remiten a la investidura. El “muro frente a la ultraderecha” que él mencionó en el hemiciclo como si todo lo que no fueran él y sus aliados cabe meterlo en esa categoría de trazo grueso: ultraderecha.

Levantar muros no parece una metáfora muy afortunada en política. Queda mucho mejor aquello de tender puentes para el diálogo porque, en definitiva, no se trata de gobernar contra media España desde la otra media. Muchos, demasiados muros se levantan hoy en España como para pretender poner más. Sin embargo, hay que constatar que el autor de dichas palabras se lo está proponiendo en serio, quizás porque ya no le queda otra para seguir al frente del cotarro.

Un botón de muestra bien reciente sobre los muros, en clave aparentemente de política internacional pero con una lectura nacional inevitable, ha sido la clamorosa ausencia de una representación gubernamental de altura en la toma de posesión de Javier Milei como presidente de la República Argentina. Cero ministros. Cero coma cero. Tan solo un secretario de Estado cazado a lazo y que quizás no tenía otro mejor plan para el puente. ¡Antes la peste que contaminarse con un peligroso ultraderechista, según lo pintan las izquierdas! Eso sí, con Venezuela, con Colombia o con Chile, gobernadas por conmilitones zurdos –aunque coticen todos ellos a la baja– alfombras rojas, fotos y todo tipo de facilidades. Hay una evidente doble vara de medir, aparte del “feo” diplomático que supone enviar tan nimia representación… por más que ya fuera el rey Felipe, pero este no representa al gobierno.

Si además resulta que Milei es amigo de Abascal y que lo recibió en la Casa Rosada (la Moncloa argentina), miel sobre hojuelas para el aparato de propaganda socialista. Claro que Abascal también se afana en levantar muros cuando dice que habrá un momento en que el pueblo quiera colgar de los pies a Sánchez. No es odio sino historia, dicen en Vox, pero en fin no es la metáfora más afortunada ni precisa.

Ministros no había para ir a Argentina y, sin embargo, hubo catorce (sí, pleno en la quiniela) para asistir el lunes a la presentación del libro de Pedro Sánchez: ahí no faltaba nadie, ¡qué casualidad! Un libro de supuestas memorias o, más bien, en realidad una auto-hagiografía ad maiorem gloriam ipsius (para mayor gloria suya), cuyo título, en vez de Tierra Firme, dadas las circunstancias, podría haber sido Muro Firme.