LO DE FERROVIAL

opinión, Por Decir Algo

18 abril, 2023

Y se fue con otra… Con los Países Bajos, la Holanda de toda la vida, para ser más exactos. Sí, hablo por supuesto de Ferrovial, ese quebradero de cabeza que el gobierno de la nación ha tenido estas últimas semanas con su anunciada, y finalmente consumada, huida de España como sede fiscal. ¡Ojo!, no he dicho huida al extranjero porque, europeísta que es uno en el fondo, todo queda dentro de los muros de la patria mía que, por extensión, lo es también la Unión Europea. Que no se nos ha ido a la Rusia de Putin o a la China de Xi Jinping, no seamos tan catastrofistas.

No soy de los que piensan que vaya a cundir el ejemplo, o el pánico, y de repente se vayan de nuestro país los Inditex, ACS, Telefónica o Santander, por citar cuatro ejemplos de tantas exitosas empresas o sociedades españolas reconocidas en el extranjero y con un buen volumen de negocio fuera de nuestras fronteras. Sí es cierto que el desmedido empeño del gobierno –o presión, llámenlo como prefieran– sobre Ferrovial para que no dejara la casa paterna ha aumentado la notoriedad del caso y, dado el resultado final, la opinión pública ha dictaminado, cual si de la Champions se tratara, que Ferrovial ha ganado y el gobierno, torpe en su gestión del problema, ha perdido.

 

Lo más relevante de todo este caso, con sus embrollos posteriores, no son tanto las consecuencias económicas o financieras para España sino los daños reputacionales indudables que causa a la marca. No es plato de buen gusto que una de tus empresas emblemáticas se te largue a otro país donde parece encontrar mejor acomodo para sus operaciones. Es, mutatis mutandis, como si el Real Madrid o el Barcelona decidieran irse a Inglaterra para jugar la Premier League. Pero una vez consumada la tragedia, que más bien habría que rebajar a la categoría de pequeño melodrama porque no se trata del fin del mundo, conviene pararse a reflexionar.

 

La pregunta del millón, me atrevo a sugerir, es la siguiente. ¿Habría sucedido esto con un gobierno del Partido Popular? Que cada cual responda lo que le parezca. Lo que nadie puede negar, porque ya está en las hemerotecas impresas y digitales, es que desde altavoces gubernamentales se han producido descalificaciones y menosprecios habituales a grandes empresarios como Juan Roig, Amancio Ortega y otros. Ahora le ha tocado el turno, con los hechos consumados a Rafael del Pino. No sirve la excusa de que haya sido, sobre todo, la facción podemita del gobierno, la que ha proferido habitualmente esos despiadados exabruptos, porque todo gobierno, mientras no se demuestre lo contrario, es colegiado. Por acción o por omisión o silencio (“el que calla, otorga”), se ha demonizado a los creadores de riqueza y empleos. Y en algunos casos, como se ha demostrado, la paciencia tiene un límite.