El pasado fin de semana, tanto el Gobierno como el Partido Popular han estado de retiro espiritual. Como lo oyen. Al menos así se han llamado metafóricamente para entendernos. Han elegido para ello las tierras toledanas: fincas u hoteles ad hoc en los que recogerse para hacer examen de conciencia, hablar y trazar planes para el presente curso. Sin predicadores, a no ser que tomemos como tales al padre Sánchez y al padre Feijóo, líderes espirituales de ambas comunidades, con permiso de la hermana Ayuso.

Estamos tan acostumbrados a los altos niveles de decibelios que profiere regularmente nuestra clase política que me temo que los dirigentes del gobierno y del PP quizás se hayan sentido esos días como desubicados, fuera de sitio, no en su salsa. Pero bien está que reflexionen, por más que sea una reflexión dirigida desde las alturas, desde sus cúpulas. En el tráfago del día a día se pierde el tiempo para el análisis, para la visión de los asuntos a medio y largo plazo, para ver algo más allá de la mera obtención de “resultaditos” de cara a la galería y a la opinión pública. Porque se han vuelto muy resultadistas, como los equipos de fútbol. Y de quienes manejan la cosa pública, en el gobierno y en la oposición, cabe esperar que eleven su mirada hacia los problemas estructurales y los asuntos importantes, que no tienen por qué ser los más populares. 

Uno de los temas recurrentes en los ejercicios espirituales clásicos, es decir, los de toda la vida, ha sido la fugacidad de la existencia terrena. Podríamos recordar a nuestros políticos que los partidos y los gobiernos pasan pero la ciudadanía permanece; que los líderes van y vienen, hoy son aclamados y mañana son vituperados, sic transit gloria mundi (o sea, así pasa la gloria de este mundo). No sé yo si es este un mensaje que puede calar en sus ánimos individuales y colectivos. Pero ya que se alejan del mundanal ruido para reflexionar, no estaría de más que le dieran algunas vueltas.

Porque da la impresión de que están generalmente más atentos a la victoria fugaz y del instante, normalmente contra alguien, que a la planificación y diseño de políticas de largo alcance; más atentos a hacer la vida imposible al rival político, en los hemiciclos y en los medios de comunicación, que a facilitarla al ciudadano medio, en quien se ve sobre todo un votante -pasado, actual o potencial, que lo mismo da.

Convengamos en que han aprovechado ese fin de semana para examinar su conciencia. Les faltaría entonces, para alcanzar la perfección y la felicidad, primero el dolor de sus pecados: ¡ufff!, complicado se lo ponemos cuando reconocer los propios yerros y rectificar no suele ser su mejor virtud. Más aún cuando al dolor le debe seguir el propósito de la enmienda, esto es, el deseo de no volver a cometer dichas faltas. Así las cosas, puede que la metáfora del retiro les venga demasiado grande. No está el horno espiritual para estos bollos políticos.