INCONTINENCIA VERBAL

opinión, Por Decir Algo

26 marzo, 2023

Una hora y veintiséis minutos. Eso es lo que duró, la semana pasada, la réplica del presidente Pedro Sánchez al candidato -por llamarlo de alguna forma- Ramón Tamames en la moción de censura del martes. La verdad sea dicha, es algo que no me extrañó en absoluto teniendo en cuenta precedentes varios del personaje en el mismo hemiciclo. Sí que pareció sorprenderle e incomodarle al octogenario economista, que tuvo que ser llamado al orden cuando Sánchez iba por el minuto 35 y se quejó del tocho de 20 folios (intuyo que eran bastante más) que le estaba “largando” el jefe del ejecutivo. 

Ya dije hace semanas en estos mismos micrófonos, y perdón por la autocita, que esta moción de censura se iba a convertir en un gigantesco mitin, dados los tiempos preelectorales en que nos movemos. Sánchez, una vez más, no se ha podido reprimir. Me gustaría preguntar a sus asesores si, en esta época en que la economía de la atención, es decir, la capacidad de escucha del personal desciende de forma dramática, no se han detenido a considerar que no hay quien aguante semejantes piezas orales, pensadas más para los floridos oradores del siglo XIX que para los seres humanos del siglo XXI con el metaverso a la vuelta de la esquina y la inteligencia artificial ya a un golpe de clic. 

Decididamente, la incontinencia verbal es consustancial a nuestro presidente del gobierno que se deleita en sus propias palabras a la misma velocidad que sus oyentes desconectan por la pesadez que supone asistir a un nuevo mitin del personaje… y a otro de su subalterna Yolanda Díaz, que no le fue a la zaga, de una hora y cinco minutos. El pobre Tamames empleó solo 53 minutos para su intervención… y luego tuvo que aguantar estoico el vendaval sin descanso de Sánchez y aliados. ¿Era una prueba de resistencia, injusta para su edad, a que le sometían el presidente y sus secuaces?

No son las muchas palabras sino aquellas acertadas las que pueden conmover a un auditorio. Pertenezco a un ámbito, el académico universitario, en el que los actos que duran más de una hora y cuarto empiezan a estar mal vistos, sean las que sean las personas que deban hablar. Permítame un consejo, señor Sánchez: vaya al grano, no se adorne en exceso, no se recree en la suerte. La verborrea no consigue captar la atención del público pero la precisión y la claridad unidas sí.

Tamames, con razón, se enfadó además porque se estaba dedicando a –estas fueron sus palabras– “hablar de cosas que yo no he dicho”, es decir, lo que metafóricamente entendemos como irse por la tangente. Guárdese munición, que seguro la tiene, para los mítines de campaña que vendrán, pero las Cortes están para otra cosa. Se reprochó a Tamames, seguramente con razón, de que no había expuesto un programa de gobierno alternativo (lo que es propio de una moción de censura), pero habrá que reñir también a Sánchez por haberse equivocado de formato. El género de “Aló, presidente” ya lo usó y desgastó un tal Hugo Chávez, de infausto recuerdo.