Un plato habitual antaño en la carta de muchos restaurantes, pero ahora en cierta decadencia, eran los llamados “entremeses variados”. Constaba normalmente de diversos embutidos, aceitunas, ensaladilla y otros ingredientes similares. Me gustaban mucho de pequeño, debo reconocerlo. Ahora se sirven más bien como aperitivos, en todo caso. En la variedad está el gusto, suele decirse, y ahí es donde mi gusto se identificaba con la irresistible oferta culinaria de los entremeses.

Pero no, no vengo a hablar de gastronomía y dulces, o mejor dicho, salados manjares. Lo que ocurre es que, dada mi habitual propensión a los juegos de palabras, los entremeses variados me vinieron a la cabeza por una especie de conexión automática con la cuestión de las relaciones entre el Partido Socialista Obrero Español y las formaciones políticas independentistas catalanas. O lo que es lo mismo, las mesas –variadas, porque son más de una– que se han constituido para lograr entendimientos o acercamientos de posturas, aunque más de uno diría que más bien de postureos.

Las mesas de negociación, con Junts o con Esquerra, son como las comisiones: cuando existe un problema en el que las partes no se ponen de acuerdo, estas deciden crear una comisión; así se aparenta, de cara a la galería o mirando a la opinión pública, estar trabajando aun a sabiendas de que poca cosa saldrá de ahí. Marear la perdiz, como se dice coloquialmente. Las mesas dan la sensación de que solucionan problemas pero normalmente los enquistan. Junts y Esquerra piden la luna, o anexionar la Luna a la nueva república catalana, y por ahí no parecen estar dispuestos los socialistas, aunque vaya usted a saber con la cantidad de cesiones que siguen haciendo: ya nada sorprendería.

Pedro Sánchez incluso ha propuesto otra mesa –le ha cogido gusto a este método– al líder de la oposición Núñez Feijóo; en este caso para intentar desatascar el asunto del Consejo General del Poder Judicial, órgano que a este paso va a desaparecer por jubilación anticipada de todos sus miembros. El supuesto comensal Feijóo ya ha respondido que no tiene hambre y no se sentará a la mesa.

No ha necesitado mesas el PSOE, sin embargo, para dar la alcaldía de Pamplona a Bildu. Es un plato difícil de digerir porque la historia, aún reciente, hiere todavía sensibilidades de extensos sectores de la población navarra y española. Esta vez el plato se ha servido sin más, por encargo y distribuido con rapidez a través de Glovo o de Uber Eats.

Parece, en fin, que va a ser una legislatura de comisiones y que entre mesas variadas va a andar el juego político. Claro que contentar a la vez a tantos socios de gobierno va a obligar a todos a sentarse a la mesa y elegir a la carta: ¿qué hay de lo mío? En la cocina de Moncloa andarán preparando muchos platos, espero que también entremeses.