Ha comenzado el año natural 2024 de nuestra era, por si no se habían dado cuenta atragantándose con las doce uvas hace pocos días. Para variar, hemos comenzado con el mes de enero: sí, el de la cuesta porque cuesta la vuelta al cole, cuesta todo más (pese a las rebajas), cuesta volver a bajar peso…, ¡cuesta todo! Y si no, pregunten al gobierno si le cuesta o no sacar adelante los primeros decretos que tiene que negociar con los tropecientos partidos, hijos cada uno de su padre y de su madre, que ya están diciendo: ¿qué hay de lo mío?

Y esto no ha hecho más que empezar, aunque ya se lo habíamos avisado todos al ejecutivo: que la singladura, la legislatura, no iba a ser un camino de rosas porque hay que negociar todo con todos los socios; unos socios que saben de la debilidad de la posición del gobierno, si bien la otra cara de la moneda –justo es reconocerlo– nos muestra que esos socios solo pueden obtener contraprestaciones con este gobierno, por lo que más les vale no atizarlo demasiado, no vaya a ser que se joribie el invento y todos salgan perdiendo.

Este es el círculo virtuoso, o vicioso según se vea, o la pescadilla que se muerde la cola, o el bucle infinito con el que el gobierno quiere resistir cuatro años, ¡cuán largo me lo fiais! Como al final resulta que conviene a todos los involucrados, más vale no tensar innecesariamente la cuerda. Preparémonos, pues, para muchos, muchos fuegos de artificio, muchos globos sonda, muchas declaraciones altisonantes que buscan notoriedad, publicidad, visibilidad y poner más alto el precio, pero sin llegar a romper por completo.

Habrá que poner, por tanto, cierta sordina. Eso sí, el espectáculo está servido y el nivel de decibelios no va a descender mucho ni en foro parlamentario ni en el ágora de la opinión pública. El espectáculo exige dramatismo, lucha, vencedores y vencidos, disparos que salen –¡uy!– lamiendo la cepa del poste e incluso autogoles absurdos, a los que la oposición, por cierto, parece abonarse con asiduidad. No íbamos a pasar de una legislatura polarizada a otra… tropicalizada. Más polarización, por favor, que la fiesta no decaiga. Total: sobreviviremos como siempre, ya estamos habituados, aunque no nos vendría mal a los probos ciudadanos una ayudica de los políticos de vez en cuando.

Curiosamente va a resultar que el pegamento más potente que va a unir a estos miembros un tanto descoyuntados del gobierno Frankestein es la amnistía. Para el resto de medidas políticas, económicas o sociales, cada parte se reserva el derecho al pataleo, a sabiendas de que cualquiera de sus votos son claves para que Pedro Sánchez siga de inquilino en Moncloa. Cuesta enero, sí, cuesta. El gobierno lo empieza gripado. Como la mayoría de los españoles, y a las urgencias hospitalarias me remito.