Quienes tenemos ya una edad, no aún la tercera pero casi, tendemos a olvidar que las generaciones que nos siguen… simplemente no nos siguen. No, no me refiero a lo que a más de uno le habrá venido a la cabeza: el Internet, los smartphones (vulgo móviles), la cultura más visual que lectora que poseen. Eso daría mucho de sí también pero no es mi intención ahora. Me refiero a que sus coordenadas de espacio y de tiempo no concuerdan con las nuestras, como por otra parte ya nos ocurría a nosotros con las de nuestros padres: nada nuevo bajo el sol, no hago ningún descubrimiento en la historia de la humanidad.
Me ha venido a la cabeza estos días en que, efeméride va efeméride viene, hemos sido bombardeados reviviendo lo ocurrido aquel fatídico 11 de marzo de 2004, el de las explosiones terroristas de los trenes de Atocha con un resultado de casi doscientos muertos. Es el año, en concreto, en que más o menos nacieron mis estudiantes de universidad. No es lo mismo vivir los acontecimientos a flor de piel que verlos a una distancia lejana desde el punto de vista experiencial. Si ya la Transición les suena a cuentos de abuelos, el famoso 11M corre también el peligro de irse diluyendo en su conciencia colectiva.
Es lógico. La conmoción que sufrimos aquella terrible mañana, por su magnitud jamás vista en nuestro país, nos marcó profundamente a todos. Era difícil, pero no decir imposible, sentirse indiferente. Y dejo aquí conscientemente aparte la politización de que unos y otros quisieron imbuirle porque no en vano había ni más ni menos que unas elecciones generales a la vuelta de la esquina, a solo tres días vista.
Personalmente, aparte de que el aniversario redondo me ha pillado de viaje transoceánico, no me he detenido a leer y volver a leer (o ver) lo que casi todos los medios han publicado. Total: cada cual sigue en sus trece y no parece que nadie vaya a retractarse de sus posiciones ya conocidas. Cada cual sigue arrimando el ascua a su sardina.
Me temo que las nuevas generaciones, para quienes aquello es una mota de polvo en una galaxia muy lejana, siguiendo el símil de Star Wars, no habrán prestado tampoco demasiada atención a las informaciones de los medios. Ni siquiera había nacido Facebook, que hoy ya es prácticamente una entelequia para ellos. El baúl de los recuerdos de quienes nos hacemos mayores resulta cada vez menos cognoscible para los jóvenes. Dios no lo quiera, pero quizás a ellos les toque vivir otro evento similar porque la historia no suele ahorrar disgustos a casi nadie. No pensemos que desconectar emocionalmente con el 11M sea una falta de respeto de ellos hacia nosotros. La historia es así, y cuando crezcan les pasará algo similar con los que le sigan. Ellos estarán para contarlo, y podrían firmar algo muy semejante a lo que acabo de exponer. Tiempo al tiempo.
Carlos Barrera