DIME A QUIÉN ATACAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES

opinión, Por Decir Algo

20 abril, 2023

Las campañas electorales multipartidistas, como las que estamos viviendo en España, presentan una variante estratégica de notable interés a la que hay que prestar atención. Damos por sentado que cada partido o coalición tiene su programa y sus propuestas, que además en el caso de las municipales y autonómicas adquieren una tonalidad distinta por tratar temas más cercanos a la vida cotidiana de las personas. Defenderlas forma parte natural de la campaña, y ahí tenemos una batalla siempre relevante: la de la agenda temática, la de quién consigue llevar la iniciativa y que se hable de lo que le interesa. Esta batalla puede presentar vaivenes pues mantener la iniciativa de forma constante no está al alance de todos, y todos pugnan por arrimar el ascua a su sardina.

Junto a esta clave, que se dirime en el día a día de la campaña y está basada en la defensa de lo propio, se encuentra la variante del ataque a las posiciones del rival o de los rivales. Desacreditarlos, incidir en lo dañino de sus propuestas programáticas, de su ideología o de sus posibles alianzas, forma también parte del plan estratégico diseñado para la campaña. Se consigue con ello efectos como la movilización de los votantes propios y la posible desmovilización, o al menos hacer dudar, a los votantes posibles de opciones rivales.

 

En sociedades y electorados altamente polarizados como los actuales, los ataques están a la orden del día, pero normalmente responden a una estrategia prevista. Hay partidos y candidaturas varias de derechas y de izquierdas, además del componente regionalista, nacionalista o independentista en algunas comunidades autónomas. Ante un panorama tan variado, se debe distinguir entre rivales y enemigos.

 

Rivales son aquellos más cercanos políticamente y entre los cuales puede existir mayor transferencia de voto: PP y Vox, por una parte (si damos por casi enterrado a Ciudadanos); PSOE y Unidas Podemos con sus confluencias por otra, más las opciones ideológicamente diversas de los nacionalismos antedichos. Entre rivales, las críticas y ataques de unos a otros pueden hacerse con el freno de mano echado por la posible necesidad de contar con ellos para formar mayorías de gobierno en municipios y comunidades tras las elecciones.

 

Enemigos son aquellos lejanos en cuanto a principios y visión del futuro de la nación, tanto desde el aspecto ideológico (el eje derecha-izquierda) como desde el territorial (España autonómica o plurinacional). Hacia los enemigos o adversarios, la crítica tenderá a ser intensa e incluso despiadada por parte de “los otros”. No obstante, desde el punto de vista de los caladeros de votos, una vez constituidos y más o menos reconocibles los bloques, donde más se puede pescar y crecer no es entre los enemigos sino entre los rivales. Esta dinámica lleva con frecuencia a un concurso de a ver quién se muestra más crítico con los considerados enemigos.

 

¿A quién voy a atacar de forma preferente? ¿A quién voy a ignorar de forma premeditada? ¿Qué argumentos emplearé para captar votos en otros partidos?

Son preguntas que cada formación política, en su estrategia, se habrá ya hecho. Y las en teoría minoritarias, que no quieren verse condenadas a ser comparsas o muletas de las mayoritarias, deben hacer ver su utilidad para reclamar el voto. Es una dinámica más que interesante a la que habrá que prestar atención… sabiendo que en política “nunca” significa “hasta mañana”; no nos engañemos, que ya hemos visto muchas cosas… y las que quedan por ver.