Murcia, 15 de octubre 2020
La vida da muchas vueltas, excesivas, tenemos que viajar a través del tiempo y de los problemas. Pero ni los más aguerridos exploradores del pasado se enfrentaron jamás a un enemigo invisible tan atroz, como el que afrontamos todos y cada uno en esta aldea global, cuyas repercusiones ni el propio Marshall Mcluhan podría haber imaginado. Para Mcluhan, el medio era el mensaje en la globalizada época que él ya intuía medio siglo atrás; ahora ese medio se encarna en las siglas del Covid, y nos infecta por doquier; el único mensaje que llega a todos los confines, el único medio que alcanza, sobrepasa y estremece las fronteras todas es el Covid.
Y en las nuestras, esas fronteras nacionales y regionales tan difusas, seguimos buscando la piedra filosofal o la resolución definitiva del número pi… esa cifra infinita, de infinito misterio. Ese pi en España, se resume en el número de contagiados y fallecidos en este último medio año por causa de este agente maligno que se adueña del aire que respiramos. Cuántos han perecido ni se sabe, ni se sabrá. Las estadísticas están viciadas de origen, y los datos gubernamentales y de las comunidades se repelen a menudo. Y también contradicen los que aportan otras instituciones.
No quiero ahondar en estas disquisiciones numéricas, simplemente asumo, incrédulo, lo que dicen unos y otros. Pero, con toda probabilidad, han muerto muchos más de lo que se asegura (se habla de unos 33 mil muertos en España, cuando esa cifra en la realidad supera con creces los 50 mil), y posiblemente también nos hemos infectado muchos más de lo que públicamente se manifiesta. La maldición de nuestro particular número pi se encarna en aquellos fallecidos que no figuran en las estadísticas ‘simonianas’…
En cualquier caso, España presenta uno de los peores datos de la Unión Europea en cuanto a la evolución del número de contagios. De esta infausta suerte, con el loable objetivo de despejar tal incógnita (o el número pi de tan terribles consecuencias) una veintena de científicos ya solicitaron en agosto, a través de la revista ‘Lancet’, la elaboración de una “auditoría independiente»” para que vertiera luz sobre las tinieblas de una fabulosa gestión de la que no sacamos nada en claro, ni antes ni después de la desescalada. La tan renombrada gestión compartida, se ha convertido en la versión hispánica del camarote de los hermanos Marx… Un verdadero descalabro nacional.
Pero, ¿con una auditoria independiente se hubieran resuelto nuestros males…? ¿Y por qué no, puestos a pedir, un nuevo comité científico (con científicos a ser posible), aunque no hicieran nada más que lavar la imagen de su amo?
Con o sin ellos, por estos lares y por otros, se sigue poniendo la lupa en una curva infinita, que oculta muchísimos enfermos y demasiados muertos. Y la constante monserga del portavoz de turno resuena impertérrita en nuestros oídos: Que si la curva se aplana, que si la curva es menos curva, que si se estabiliza… Pero para curvados, nosotros; curvados y bien curvados estamos todos. Curvados y jorobados hasta el alma.