Murcia, 19 de octubre de 2020

Perdónenme si me dejo llevar por mi estado de ánimo. Cuando me dirijo a ustedes, aun estoy impactado por los resultados de la PCR a la que me he sometido hace unos días. No se preocupen, lo negativo se ha trocado en positivo para este pobre Fígaro que les habla, y por una vez negar ha sido afirmar: afirmar que estoy libre (por el momento) del yugo de un ignoto virus maléfico, que se ha apoderado de nuestros días y noches, muchas sin sueño. Así que no les extrañe que me indigne en demasía con el vaivén político de una gestión compartida de esta crisis que, más que compartir, parte en mil pedazos a esta España nuestra.

Precisamente, para recomponer el rompecabezas nacional con esos pedazos sobrantes, en uno de los últimos encuentros telemáticos, entre el ministro de Sanidad, y los consejeros de salud de todas las comunidades, incluido el nuestro, se llegó al acuerdo de preparar para noviembre el marco en el que al fin se desarrollaría una auditoría independiente sobre la gestión más que nefasta de esta crisis covidiana. Y cómo no, se aprobó la creación de un grupo de expertos, otro grupo más, que deben definir los parámetros a seguir.

¿Los parámetros a seguir siete meses después? Y más expertos; espero y deseo que esta vez sean de carne y hueso. Ya sabemos de sobra lo que ocurrió con el otro comité de expertos que asesoraba extrasensorialmente al Dr.Simón, el de la razón de la sinrazón…

Mientras tanto, nos siguen lloviendo promesas en forma de vacunas y tratamientos mágicos (entre ellos, todavía me escuece sobremanera el desinfectante sabor de la lejía trumpiana). A su imagen y semejanza, otros trumpeteros no cejan en su empeño de agriarnos cada mañana. El caos en las cifras compone una de sus más sangrantes consecuencias. A veces incluso, resucitan los muertos… La gestión compartida ha constituido todo un “éxito” sin parangón internacional.

Para escarnio del país nuestro, esta situación ya ha llegado a los principales medios de comunicación del extranjero, que curiosamente se fijan más en nosotros que en lo que tienen en sus respectivas casas, donde también la pandemia se dispara. Y no faltan expertos (ay los expertos) que siguen denunciando nuestra falta de transparencia en publicaciones científicas; exigen al Ministerio de Sanidad y a España que acaben con la disparidad de criterios, repleta de definiciones contradictorias, que nos sumen en el marasmo más negativo.

Aunque ya saben que no siempre lo negativo es negativo. Como me acaba de ocurrir a mí, la ansiada PCR negativa ha llegado a tiempo de tranquilizar mi existencia cotidiana. Lástima que en la otra monstruosa pandemia, la económica, lo negativo nunca sea positivo, al contrario, cada vez más negativo, desoladoramente negativo…