ARITMÉTICAS PARLAMENTARIAS

opinión, Por Decir Algo

17 mayo, 2022 

Anda el patio político nacional revuelto y no sin razones. Incluso las aritméticas parlamentarias tradicionales están sufriendo cambios insospechados para seguir sosteniendo a Sánchez y su gobierno. El flotador que le lanzó el Partido Popular para sacar adelante la reforma de la Ley de Seguridad Nacional sin las pretensiones de sus habituales socios de la izquierda e independentistas no es sino un botón de muestra de su creciente precariedad, que presuntamente irá a más según se acerquen las importantes convocatorias electorales de 2023.

Dicho lo cual, casi nadie duda de que tenemos gobierno hasta el final de la legislatura. ¿Con sobresaltos más continuos que nunca? Seguramente, pero sin llegar al punto de la ruptura que haga inevitable el adelantamiento de las elecciones generales. No se va a dejar robar Pedro Sánchez su presunto semestre de gloria en 2023 como presidente rotatorio del Consejo de la Unión Europea. Ya lo hizo su conmilitón –hoy jarrón chino– Felipe González en 1995 con una legislatura agonizante entre Roldanes, Ibercorps, GAL, escuchas del Cesid y otros históricos casos de corrupción. A nadie le amarga un dulce, y menos aún si eso supone, como se dice coloquialmente, chupar cámara, que es un nada despreciable elemento de marketing político. Aparentar poder, reunir a grandes mandatarios occidentales, lucir músculo de liderazgo en suma, puede ayudar a una causa, la del partido socialista, hoy en declive según las encuestas.

Nuestro presidente hará de su famosa resiliencia aún más virtud por más que le sigan incomodando –que seguirán haciéndolo– sus socios podemitas de gobierno o el espacio ese que dice estar fabricando su vicepresidenta tercera Yolanda Díaz. O tal vez los partidos independentistas y nacionalistas, que han olido la sangre y procurarán, en lo que queda de legislatura, apurar sus opciones de conseguir algo antes de que venga “el coco”, es decir, Núñez Feijóo con o sin la incómoda Vox a sus espaldas. El gallego, que tiene pinta de que se las sabe todas aunque se guarde ases en la manga como buen hijo de su tierra, tiene la obligación de decir que la legislatura está agotada y que no hay proyecto, a sabiendas de que no le van hacer caso. Pero decirlo tiene que decirlo, al menos para que conste en acta.

Sumar apoyos en el Congreso de los Diputados según para qué ley se convertirá en un cotidiano suplicio para el gobierno Sánchez, pero Bruselas –que no París en este caso– bien vale una misa. Y no olvidemos que la misa es, en su esencia, un sacrificio.