A comienzos de este curso académico dije a mis alumnos que había tres principios básicos por los que regirse en las circunstancias más complejas que nos ha tocado experimentar en nuestras vidas: flexibilidad, adaptabilidad, comunicación. En efecto, sin estos tres componentes bien asimilados e interiorizados, nuestro funcionamiento corre el riesgo de fundamentarse sobre el aire y, por lo tanto, desplomarse. No sabemos qué nos deparará el futuro ya no solo cercano sino ni siquiera qué ocurrirá mañana. Los planes, no ya a largo sino a medio y corto plazo, pueden venirse abajo porque escapan a nuestro control.

No nos queda, pues, más remedio que vivir el día a día, sin fiar las cosas demasiado al después. De alguna manera, este casi obligado modo de funcionar nos puede proporcionar una mirada más humana hacia lo que nos rodea, apreciar mejor el hoy y ahora de lo que hacemos y con quien lo hacemos, pues más que nunca sentimos la necesidad del otro, de los otros. Como pensar en planes futuros solo puede llevarnos, si los absolutizamos, a la frustración, más vale adaptarse a este nuevo timing (y perdón por el anglicismo) que la pandemia nos ha impuesto. Necesariamente debemos tener más cintura para reinventarnos, redefinir objetivos, repensar lo que hacemos. Ser flexibles en nuestro horario, en nuestras prioridades, en nuestro modo de hacer las cosas es una ganancia que nos puede hacer mejores si nos lo tomamos con ánimo deportivo y afán de superación personal y colectivo.

Más que nunca vivimos interconectados. Nos interesa la vacuna que se está investigando en Rusia, la recuperación de la enfermedad en Wuhan (China), la última publicación científica acerca de cómo se transmite el virus, y así un largo etcétera. Necesitamos comunicación, la hemos echado de menos cuando faltaba o cuando las circunstancias impedían hasta la más elemental: la de los familiares cercanos con sus enfermos en los hospitales.

No siempre la política o todos los políticos han sabido liderar la situación mostrándose flexibles, con capacidad de adaptación a las cambiantes circunstancias y con una comunicación efectiva y cercana hacia los ciudadanos. Nunca es tarde para rectificar quien tenga que hacerlo. Nos va demasiado en ello.