SOSO, SERIO Y FORMAL

Por Decir Algo

Evidentemente no podía presentarse en sociedad como la alegría de la huerta. Tampoco lo hizo su colega de partido Salvador Illa en Cataluña hace poco. El Partido Socialista Obrero Español parece haber descubierto electoralmente el valor de lo normal como algo que puede ofertarse en medio de una sociedad mediática y audiovisual donde las apariencias externas suelen triunfar o, al menos, suponer un valor añadido al producto (con perdón por llamar producto al candidato). Ángel Gabilondo, que de él estoy hablando, se autopresentó como soso, serio y formal. Ciertamente, no tiene que forzar mucho para presentarse como tal: es lo que hay.

No parece tener una personalidad arrolladora, como la que tuvo un su día un animal político como Felipe González. Me recuerda más bien al candidato Rubalcaba, gran orador parlamentario, gran negociador, gran político, pero de limitado efecto cuando tocaba mitinear; algo parecido a lo que había ocurrido ya con Almunia en el mismo PSOE el año 2000. Sin embargo, han ganado elecciones y por mayoría absoluta candidatos sosos, serios y formales en otros partidos: ¿o no vamos a incluir a Aznar y a Rajoy en esa categoría? O, en otras comunidades autónomas, ahí tenemos a un Íñigo Urkullu en el País Vasco, renovando mayorías una tras otra.

 

Decididamente, no hay cánones fijos a este respecto ni en España ni allende nuestras fronteras. ¿Acaso tiene un arrebatador encanto personal la persona más poderosa en Europa, la canciller alemana Ángela Merkel? Y todo el mundo la reconoce, sin embargo, como indiscutible líder mundial, y se le echará de menos cuando abandone su cargo a finales de este año.

 

Volviendo a Gabilondo y a la guerra de Madrid, encontramos dos antitipos claros suyos en la presidenta Ayuso y el candidato de Unidas Podemos Pablo Iglesias. De este último, de tan conocido, ya no nos llama la atención nada pues lo hemos tenido hasta en la sopa y su estilo es el que es y morirá con él. Más complicado de adjetivar y describir es el estilo de Ayuso. La transformación que ha experimentado en apenas dos años, pasando de ser casi una mosquita muerta a una líder con agallas en plan Agustina de Aragón a la madrileña, es digna de estudio. No es sosa sino picante, no es seria sino directa y un poco faltona, y no es formal sino rebelde… con causa, con su causa. Veremos quién se lleva el gato al agua.