Ignoro si estoy hablando en un pseudomedio. Creo que no, por lo que conozco, pero a uno ya le pueden entrar las dudas y todo. Quizás Pedro Sánchez y sus adláteres me lo aclaren ya que parecen estar en la posesión de la Verdad con mayúsculas y deciden quién es pseudomedio o pseudotodo y quién no. Les bastaría seguramente con transcribirlo así en el BOE, que ese sí que es un “pseudomedio” porque es lo menos parecido a un medio de comunicación que a uno le pueden echar a la cara. Aunque sí lo fue, ojo, en sus orígenes, allá por 1661, sí, como lo oyen, 1661, en que fue creado como un periódico, la Gaceta de Madrid.
El gobierno en pleno y sus corifeos mediáticos han declarado la guerra a los pseudomedios que ofrecen pseudonoticias y pseudopiniones porque todo lo que contienen son bulos y forman la gran máquina del fango, esa nueva metáfora forjada en el ala oeste de la Moncloa para desacreditar a quienes se atreven a hacer público que no les gusta lo que hacen en aquel palacio. O pseudopalacio, vaya usted a saber. O Psoepalacio, que también se ajustaría bastante a la verdad dada la identidad de sus legítimos ocupantes, con “c”, no con “k”, que luego vienen con la cantinela (con c, no con k) de que no se les reconoce como legítimos gobernantes y así se hacen las víctimas de un supuesto complot rojo-judeo-masónico en versión contemporánea de conspiración facha-mediática-judicial.
Todo vino con el pseudoamago de dimisión de Sánchez, que de amoroso lance –y no de esperanza falto– le dio a la opinión pública alcance diciendo bien alto, bien alto: no sé si merece la pena seguir. Y ahí está el hombre ahora –y su mujer también, que parece que pintaba también algo en esta pseudocrisis–, ahí está el hombre en plena campaña en Cataluña como si aquí no hubiera pasado nada. Y en plena campaña en los medios, –los afines a él, claro– concediendo pseudoentrevistas ad maiorem gloriam eius, o sea, para mayor gloria suya.
A partir de ahora, todo es pseudo mientras no se demuestre lo contrario. El acusado es, paradójicamente, quien tiene que cargar con la prueba de que no lo es. En esta Pseudoespaña nuestra, que las ha visto de todos los colores, ya solo le faltaba cargarse lo que siempre se ha llamado el beneficio de la duda. Solo espero que Óscar Puente, mamporrero oficial de este gobierno y ministro de transportes porque transporta tuits verdaderos, no pseudotuits como los del fango, solo espero que Óscar Puente no me oiga y me llame pseudoperiodista, pseudoanalista, pseudoescritor o pseudodoloquesea.
¡Que Dios nos coja confesados ante la avalancha de pseudos que se nos viene encima, si no queremos desaparecer de la faz de la tierra y que emerja el pensamiento único como rector de todo! ¡Ese sí que es pseudo, el pseudopensamiento por excelencia!