Los Picapiedra, Pedro y Pablo, escenificaron ayer, en contra de los que ha sido tradición consolidada en nuestro país desde el inicio de la democracia, la presentación de los Presupuestos Generales del Estado para 2021. Porque lo que la costumbre acuñada exige es que fuera la Ministra de Hacienda quien los presentara, al tiempo de hacerlos llegar al Congreso, donde comenzará a partir de hoy su tramitación parlamentaria. Pero a ese par de fatuos les importa más la foto y la coreografía que despreciar la importancia de la Cámara en que reside la soberanía popular, la voluntad de todos los españoles.

Y, como era de esperar, han parido un ratón. De pelo muy brillante y largo rabo, eso sí: pura apariencia, ejemplar como ratón pero inútil como mascota y despreciable como animal de compañía. Porque los Presupuestos de Pedro y Pablo son demasiado suponer.

Demasiado suponer que sirvan a la actual situación de la economía española unos Presupuestos que se basan en una previsión macroeconómica que la pandemia y la reacción de quienes deberían gestionarla han dinamitado y hecho volar por los aires.

Demasiado suponer que se logren los ingresos que se presupuestan, ni siquiera fundiendo a impuestos a la clase media, que tendría que pagar 3.500 millones de los 6.000 que se prevén obtener para pagar los gastos, aunque muchos de ellos bastante tendrán con tener qué comer cada día .

Y demasiado suponer que vayan a obtener el beneplácito de la Unión Europea porque, no nos engañemos, en esta situación, esperando la lluvia de millones a fondo perdido o en prestamos (que esa es otra, íbamos a quedarnos en los primeros y parece que no, que habrá que acabar devolviendo), es en Bruselas y no en la Carrera de San Jerónimo donde tienen que aprobarse.

Mientras tanto, Sánchez continúa su huida de la sede parlamentaria. Lo escenificó mientras Illa, que ya debería haber dimitido hace tiempo, junto a su saltimbanqui, Fernando Simón, se comía el marrón impresentable de defender el último dislate del Gobierno en la Cámara Baja.

Pretende, además, que sea ese Consejo Interterritorial virtual, con los presidentes de las Autonomías encerrados en sus pequeñas pantallas, quien reciba las explicaciones de la gestión del Gobierno, en lugar del Congreso, cuando a él le venga bien. Porque a Sánchez la soberanía popular, la voluntad de los españoles, lo que pensemos tu y yo no le compensa el sofocón de un mal rato.