No corren buenos tiempos para la tauromaquia; o sea, los toros de toda la vida. Ya sé que ser taurino, o taurófilo, ahora mismo no está precisamente de moda. Te pueden tachar de todo: de retrógrado, de torturador, de bárbaro masoquista, de animal en una palabra. Agarrándose a esa estrecha visión del toreo, recientemente el ministro de Cultura Ernest Urtasun ha decidido suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia que se instauró en 2011 y que han ganado notables diestros, ganaderos y otras instituciones de gran tradición.

Permítaseme ser un poco, solo un poco malvado. En uno de tantos giros como han dado, dan y seguirán dando– si nadie lo remedia– los gobiernos de Sánchez, sería más que congruente restaurar dicho premio y, es más, conceder el de 2024 a un tal Pedro Sánchez Pérez-Castejón, “el niño de la Moncloa”, que no le vendría mal este nombre artístico a nuestro primer ministro.

Méritos no le faltan. ¡La de morlacos de todo tipo que ha tenido que lidiar en estos seis años de gobierno y los cuatro anteriores de oposición! Y por más que le han empitonado por derecha e izquierda, que le han dado aparatosas volteretas por arrimarse demasiado al bicho, que le han abucheado por no acertar con el estoque, que se enreda con el capote al hacer un quite por telefónicas, al final el diestro madrileño acaba saliendo siempre por la puerta grande, con las dos orejas y el rabo de su oponente.

Ha desorejado no victorinos ni miuras ni jandillas sino rajoyes, casados, feijós, riveras y abascales. Cita desde lejos a los astifinos en el ruedo parlamentario para que, cuando se acerquen, tomen el engaño al natural o con pases de pecho arrancando el aplauso de los tendidos… y de los entendidos. Ha recibido al morlaco Puigdemont a porta gayola según salía de toriles… y ni un arañazo; y al final de la faena con la muleta hasta le indulta y todo.

Da largas cambiadas a Pablo Iglesias y los suyos, y a otros los despacha por yolandinas. Hace faenas de aliño con toros resabiados como el PNV; otras veces arriesga comenzándolas de rodillas junto al tablado con astados de temible tradición como Bildu. A los toros de BNG, Coalición Canaria y semejantes hasta se permite terminar sus faenas con el pase del desprecio.

No me negarán que no reúne méritos. Incluso si le ponen un toro argentino, le torea por verónicas, o por begoñas, y se permite pedir que lo devuelvan al corral, o al corralito, para que salga el sobrero. Olé, olé y olé. Lo que me extraña es que todavía no hayan encargado a Koldo y a sus presuntos comisionistas la construcción de una plaza de toros en el recinto del palacio de la Moncloa. Ahí podría practicar, por ejemplo, el paseíllo a Estrasburgo, la más que próxima feria en la que va a actuar.