POLARIZACIÓN Y PRINCIPIOS

Por Decir Algo

Dicen que andamos todos, o buena parte de la sociedad (o de los políticos, que no es lo mismo), algo polarizados; o lo que es lo mismo, radicalizados en posiciones inconciliables por lo opuestas y contrapuestas que resultan entre sí. A lo mejor también ocurre que, de tanto repetir que estamos polarizados, al final nos lo acabamos creyendo aunque no ocurra ciertamente así. Los estados de ánimo de opinión pública se crean, se fabrican y se moldean y en ocasiones resultan artificiales o artefactos interesados por parte de determinados grupos o élites. Habrá que distinguir, pues, el grano de la paja.

​Hay que tener en cuenta asimismo el contexto en el que se mueve el ciudadano medio: una pandemia, con el efecto de fatiga incluido, apenas unos años después de haber sufrido una recesión económica de grueso calibre. No son, desde luego, las condiciones idóneas para la moderación y la estabilidad, para el diálogo y los acuerdos, porque es tendencia innata en el ser humano echar la culpa a alguien, generalmente a otros, cuando las cosas no van bien. Valga esto como atenuante o como disculpa. Aquí estaría bien traído aquel dicho evangélico de que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

 En todo caso, no confundamos peras y manzanas, gimnasia y magnesio, tocino y velocidad. Polarización suele vincularse a la defensa a ultranza de las propias posiciones y a poner líneas rojas a la hora de las negociaciones para llegar a acuerdos entre diferentes. Porque gracias a Dios somos diferentes, pensamos diferente y tenemos, por tanto, principios diferentes que guían nuestra actuación. ¿Es malo y pernicioso tener principios, incluso muy asentados? Nadie en su sano juicio se atrevería a afirmarlo. Es más, suele señalarse como virtud el hecho de tenerlos: “es un hombre, o una mujer, de principios”, se escucha como alabanza de alguien. Y los mismo cabría decir de grupos, colectivos de todo tipo y partidos políticos.

 Cambiar frívolamente de principios suena a chanza marxiana, de Groucho Marx y su famoso: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. Que cada cual tenga libremente los suyos porque vivimos en una sociedad plural y el pluralismo siempre enriquece y hace funcionar las cosas mejor que bajo la dictadura del pensamiento único. Tener principios firmes es sano y saludable, y bajarlos a la arena pública de la discusión no tiene por qué hacernos caer en una estéril polarización. Al final, todo es cuestión de actitud.