LA DESCOGOBERNANZA

Por Decir Algo

Circuló un tuit el pasado sábado con un fotomontaje o meme en el que, bajo el membrete del Boletín Oficial del Estado, aparecía el clásico capítulo que abre cada número, el de “Disposiciones Generales” y un gran espacio en blanco acaparado en enormes letras mayúsculas por el mensaje: “Haced lo que os dé la pe punto gana”.

Decayó el estado de alarma esa noche y aquí estamos los españolitos, más despistados que un pulpo en un garaje.

El gobierno central parece que no quiere gobernar y mira a otro lado y se pone a silbar: a mí que me registren. Solo falta que el inefable Simón diga algo así como: “Será cosa de dos o tres siglos, no creo que mucho más”. Los gobiernos autonómicos, en plan “Sálvese quien pueda” deshojan sus margaritas a la hora de decidir (sí, no, sí, no) las medidas que adoptan para contener la pandemia que, ¡ojo!, ahí sigue… y que Dios nos pille vacunados aunque sea con la Sputnik. Los tribunales de justicia han sido los últimos invitados a sumarse a la ceremonia de la confusión merced al decreto ley del gobierno que los constituye como decisores de la validez o no de las medidas autonómicas. Si antes había cogobernanza, esto, señores, parece la descogobernanza o la multicogobernanza. Pasen y vean.

¿Va a resultar acaso que valdrá más la opinión de un juez que la de un epidemiólogo? No me cabe duda de que los gobiernos consultan a los científicos expertos antes de tomar sus más o menos acertadas medidas, con toda la buena voluntad que hay que presuponerles a todos ellos sin excepción. Hay que ir avanzando según va evolucionando la situación sanitaria, como es lógico, pero no según evolucionen las neuronas de los jueces de turno, que ya se ve que los hay más laxos o más duros. Si además el gobierno Sánchez ha decidido endosar la última palabra al Supremo (no al Ser Supremo, que también podría aunque no parece probable, sino al Tribunal Supremo), la denostada judicialización de la política alcanza el summum, el non va plus y el sursum corda. Veremos a nuestros jueces cambiar las togas por batas blancas.

En los momentos difíciles es preciso dar la cara y no adoptar la postura del avestruz. Ni siquiera se puede escudar el ejecutivo central en que no ha habido tiempo porque lo han dejado pasar como si tal cosa cantando el “fumando espero a la vacuna que más quiero”. Se avecina un buen carajal, un pandemónium con el verano a la vuelta de la esquina. Consolémonos con que al menos el cohete chino no nos cayó encima. Debió ser por una gestión del Tribunal Supremo… a instancias de Pedro Duque, nuestro ministro astronauta.​