El 23 de abril es, como resulta conocido, el Día del Libro. ¿En qué se parece un libro a una campaña electoral? En que cada candidato, cada partido, como el ínclito Paco Umbral en aquel célebre programa de televisión, viene a hablar de su libro. Esto es lo que ha sucedido una vez más en el País Vasco, con la llamada a las urnas del pasado domingo. Todas las formaciones contendientes se pusieron a hablar de lo suyo, y por supuesto de lo malos que son los demás, sin quizás importarles demasiado lo que preocupa y ocupa a la gente.
No deja de llamar la atención, en primer lugar, que la abstención haya alcanzado el 37,5 por ciento. Mucho fervor popular, desde luego, no se puede decir que haya habido. A más de uno de cada tres vascos parece importarle poco o nada quién esté en el gobierno de su comunidad.
Se decía, a tenor de las encuestas, que iban a ser unas elecciones históricas porque el PNV podía perder su sempiterna posición de liderazgo y, además, en favor de quienes –en parte al menos– fueron el brazo político de ETA; es decir, EH Bildu. Al final la izquierda abertzale se ha quedado a las puertas de hacer realidad ese hito. Lo paradójico, o quizás no tanto por puro pragmatismo, es que para conseguirlo intentaron ocultar ese pasado. En vez de hablar de su libro un tanto salpicado de sangre, escribieron y vendieron otro de izquierda progresista y ecologista con piel de cordero. Quieren que a la gente le preocupen estos temas “sociales” y no aquellos más bien “criminales”. Por eso Otegi puso a un tal Otxandiano al frente de la lista, a ver si colaba. Y está colando, está calando.
El libro del PNV se titulaba, pues ese era su eslogan: “Bienestar”. ¡Que se está muy bien en Euskadi, oye!, querían decir, porque son y han sido los amos del cortijo, bueno, habría que decir más bien del caserío, desde el pleistoceno de la Transición. Ocurre que las nuevas generaciones vascas quizás ven el bienestar de otra manera menos aburrida que el verbo ya cansino y desgastado del jefe Ortúzar y el sosaina de Pradales, su candidato. Menos mal, menos mal que les queda no Portugal sino el PSOE como muleta en la que apoyarse para seguir en Ajuria Enea.
Cuando Ortúzar hablaba de la Euskadi plural, tendía de nuevo la mano a sus socios habituales… no se sabe bien si por mucho tiempo porque esa suma puede no sumar, valga la redundancia, lo suficiente dentro de cuatro años. Entonces cada uno volverá a hablar de su libro, convenientemente reescrito al albur de las nuevas circunstancias. Y quién sabe si esa mayoría soberanista se decida entonces a hacer algo más que políticas sociales, en Madrid y en Vitoria. ¡Ah! Y en Navarra, que para ellos es también Euskal Herria y Pamplona su capital. ¡Que por libros no falte!