GRETA Y SU CARICATURA

Por Decir Algo

04 noviembre, 2021

Echábamos de menos a Greta, la adolescente rebelde del cambio climático, que había desaparecido del mapa con tanta Covid de por medio; hasta que ha llegado la cumbre de Glasgow y, por supuesto, no ha defraudado. O sí, por el tenor, o quizás cabría decir mejor por el tono, de sus declaraciones públicas. Un día, que sí el “no más bla, bla, bla” de los políticos; otro día, invitando irónicamente a que los allí presentes se metan la crisis climática por donde la espalda pierde su casto nombre (bueno, ella no lo dijo así de fino). ¿Cuál será la próxima?

El peligro de estas celebrities de ocasión, en el que muchas veces caen, es la sobreactuación, el pasarse de frenada, que al fin y a al postre redunda negativamente en la percepción que sobre ellas –y sobre lo que dicen– se tiene. Es muy fácil, pero también demagógico, el discurso negativo y destructivo por sistema. Ciertamente los retos que afronta nuestra sociedad del siglo XXI son grandes, y cierta provocación puede ser incluso sana para llamar la atención sobre un problema. Pero la reiteración, y no digamos el tono chabacano, puede dar al traste con la reputación de Greta como icono de los descontentos con la pasividad de gobiernos y organizaciones hacia un asunto real y vital, de crucial importancia, como es el cambio climático y sus consecuencias para el hoy y para las futuras generaciones.

 

La burla por la burla acaba cansando porque lo que se precisan son soluciones. Quizás Greta cumplió ya su papel (el de sacudir la modorra a los países poderosos) y podría o bien retirarse a sus cuarteles de invierno, una vez cumplida su misión, o bien adoptar, desde la firmeza con la que irrumpió, un tono más persuasivo y constructivo. En la vida hay que saber readaptarse para seguir siendo útiles. Es una lección que quizás nuestra Greta no acaba de asimilar. Si continúa por la deriva que ha mostrado en estos últimos días, corre el riesgo de no ser considerada en serio, que es lo peor que le podría pasar. Se convertiría en su propia caricatura, y como tal sería considerada por buena parte de la opinión pública, que ya solo buscaría su última bufonada. Es demasiado importante la causa que abandera como para trivializarla o como para ser banalizada. Aún está a tiempo de rectificar.