GIGANTES CON PIES DE BARRO

Por Decir Algo

7 octubre, 2021

¡Que levante la mano quien no se vio afectado hace tres días por el apagón global de WhattsApp, Facebook e Instagram! Quizás los que peinamos canas y no nos hallamos, a Dios gracias, tan pendientes de estos instrumentos, podemos decir que pasamos una tarde-noche bastante plácida. Si alguien tenía algo importante que decirnos, ahí estaba el teléfono o el correo electrónico, que hoy parecen herramientas antediluvianas en comparación con la instantaneidad y velocidad de los mencionados, de los que están viniendo y de los que vendrán. La comunicación es algo esencial para el ser humano. Cambian los instrumentos pero no hay que hacer tragedia si –¡oh, humana condición!– alguno de ellos falla.

Creemos vivir en una sociedad perfecta que lo tiene todo y ya. Un poco de pausa no viene mal de vez en cuando, aunque sea forzada. Los humanos sentimos la necesidad de tener todo bajo control. Todos llevamos un pequeño “amarrategui” dentro. Bien sabemos, sin embargo, aunque no lo queramos decir bien alto, que hay cosas, bastantes cosas que escapan a nuestro control. Y si no, que se lo pregunten a los pobladores de la isla de la Palma. Cuando un volcán empieza a actuar como lo que es, o sea, un volcán, solo cabe esperar a que termine de vomitar todo lo que lleva dentro. Nadie lo va a detener.

Sentirse vulnerables es tocar la realidad misma de la condición humana, sencillamente porque –se quiera o no reconocer– es la simple y llana verdad. La gran similitud entre poderosos y pobres reside en el hecho de que todos acabarán igual… y ya saben a qué me refiero. A eso le podemos llamar la vulnerabilidad máxima porque afecta a lo que nos es más preciado: la vida misma. No poder utilizar las redes sociales algún día, para algunos, puede suponer lo más parecido a la muerte porque cae sobre ellos la invisibilidad. La verdad es que accidentes como el sucedido no vienen mal de vez en cuando para que no nos creamos que somos como dioses. Hay que redescubrir la grandeza y la emoción vital que supone el “ir tirando” cada día, que no es poco. Ir tirando con lo que hay, con lo que somos, con lo que hacemos, sin preocuparnos en exceso por la falta de medios materiales porque lo importante es el fin.

Si alguno ha sufrido una crisis existencial con ocasión de este reciente apagón solo me queda recordarle que “no sólo de Internet vive el hombre” y que la interacción física, presencial es algo a lo que nunca, nunca debemos renunciar. De lo contrario, perderemos o menguaremos realidades como la amistad, que son de valor incalculable y para toda la vida. Como la que me une, sin ir más lejos, con el conductor de este programa desde hace décadas, y eso que hemos podido vernos solo de pascuas a ramos.