EL ÚLTIMO DE LA FILA

Por Decir Algo

Llegó a la campaña electoral de Madrid para salvar la democracia frente al fascismo. Ha sido, sin duda, protagonista de muchos de sus episodios porque va en sus genes de activista, muy diferentes a los del gestor que nunca ha sido ni parece que será. Ha conseguido minutos de telediario, horas de tertulias radiofónicas, ríos de tinta o de caracteres en la prensa clásica o digital. Pero hele ahí en las encuestas: el último de la fila en popularidad; duro golpe demoscópico que demuestra seguramente que su capacidad de movilización y, sobre todo, su credibilidad andan más que en entredicho.

Aunque no he dicho su nombre, cualquier avispado oyente ya sabe que estoy hablando de Pablo Iglesias: aquel líder que hace solo cinco o seis años traía la buena nueva de la regeneración de la política en España, que decía representar a la gente, a la bendita gente, frente a la casta, la maldita casta. Ahora, en su última reinvención, en su sorprendente reencarnación como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, la verdad es que ya no sorprende a nadie porque sus tretas y argucias solo sirven para embarrar el terreno de juego electoral. Vociferar megáfono en mano y lanzar exabruptos maniqueos puede servir para salvar los muebles de una candidatura, la de su partido, que andaba a la deriva en Madrid, pero para poco más.

La penúltima guinda fue su reproche a la Casa Real por no condenar, no decir ni una sola palabra, sobre las amenazas de muerte hacia él y hacia otros políticos socialistas. Aparte de que el Rey está constitucionalmente impedido para entrometerse en cualquier campaña electoral, ¿no resulta incongruente que pida ahora su amparo público quien ha estado hostigando la institución monárquica los últimos años tanto desde la oposición como, más increíblemente todavía, desde la propia vicepresidencia del gobierno de la nación?

Da toda la impresión de que estas salidas de tono son coletazos, soltados a la desesperada, de quien ve perdidas por su partido no solo estas elecciones sino su apuesta por que sume más la izquierda democrática frente a la derecha fascista, según su división maniquea entre buenos y malos. Parece, parece (el 4 de mayo saldremos de dudas) que la batalla la va a ganar la libertad frente al comunismo, que es el otro relato maniqueo de la campaña, inducido hábilmente desde el principio por Ayuso; porque no son comunistas todos los que ella ha puesto al otro lado de la balanza.