Que una de las principales potencias internacionales como son los Estados Unidos haya tenido que decidir entre Donald Trump y Joe Biden para regir los destinos de la nación no es una buena noticia. Esa es mi humilde opinión, que creo comparten muchos otros analistas. Dicho con otras palabras, se trata de dos candidatos mediocres, y los electores han tenido que decidir quién era el menos malo o el menos perjudicial para su país. Parece, líos judiciales mediante, que en esta ocasión Biden ha ganado la partida por un similar escaso margen al que Trump consiguió en 2016 sobre Hillary Clinton.

Digo mediocres porque no parecen, ni mucho menos, la “crème de la crème” de la clase política norteamericana. Trump no era un político republicano al uso sino un empresario con tirón mediático que supo conectar con sectores desencantados de la población pese a su histrionismo. No ha sido tampoco un presidente al uso, como todo hacía indicar y en efecto así ha resultado. Biden ha carecido y carece de personalidad firme y decidida. Fue elegido en las primarias del partido demócrata por descarte de los demás, que tampoco suscitaban enormes entusiasmos en sus filas. Simplemente se le veía como el candidato que mejor podía competir contra Trump, según las encuestas. Dejamos a un lado la cuestión de sus avanzadas edades, aunque es un factor que Trump, un poco más joven, no dejó de señalar hablando del sleepy Joe, Joe el dormilón y que se equivoca frecuentemente o se olvida de las cosas.

Uno siente cierta nostalgia hacia combates anteriores con candidatos de mayor empaque o fuste político: un George Bush contra Al Gore, o un Obama contra Mc Cain por no irnos tan lejos. Republicanos y demócratas tienen necesidad de reinventar sus liderazgos, de encontrar personas dispuestas a asumir roles de responsabilidad nacional con bagajes más alentadores, y menos polarizados, que los de Trump y Biden. La estabilidad política, social y económica de los Estados Unidos está en juego. Y todos sabemos que si no se consigue, los efectos en la estabilidad de nuestro mundo occidental acabarán también llegando.