DIEGO SÁNCHEZ

Por Decir Algo

15 diciembre, 2022

No se iba a suprimir la sedición como delito. Se ha hecho. No se iba a reformar la malversación. Está ya prácticamente hecho. No se iba a convocar –¡por Dios, pero a qué cabeza sensata se le iba a ocurrir tamaño despropósito!–, ningún referéndum o consulta en Cataluña. Pues por más que lo nieguen todos los ministros y ministras, da la impresión de que por ahí va la cosa: tal es el nivel de credibilidad que tiene Diego Sánchez.

¿Cómo que Diego? Se habrá equivocado usted –me dirán–, será una errata o un lapsus linguae. No, no me he equivocado. Porque nuestro personaje ha hecho tantos méritos, ha dicho tantas cosas que luego ha desmentido con los hechos, que es la más genuina representación del dicho popular de “donde dije digo, digo Diego”… Sánchez, por supuesto, ¡quién iba a ser si no!

Llegados a este punto, permítaseme contar algo que me sucedió hace cosa de un par de años aproximadamente. Estuve en un encuentro informal con un alto representante entonces del gobierno del señor Sánchez, junto con otros profesores que nos dedicamos de algún modo al mundo de la comunicación y de la política. Se nos brindó la oportunidad de entrar en diálogo abierto con él porque así lo quiso. Tomé nota e intervine señalando lo que ya entonces me parecía el principal problema al que se enfrentaba el presidente del gobierno: su falta de credibilidad. Y recuperarla, añadí, no es tarea fácil cuando ya se estaba haciendo jirones. 

Tuve respuesta, sí, muy amable y argumentada, aunque escasamente convincente a mi juicio. Se centró especialmente en el tema entonces en boga de los indultos a los condenados por el prusés, y en cómo la situación se iba a normalizar: ya saben, la teoría de desinflamar el problema de Cataluña por la vía de la desjudicialización del conflicto; es decir, por si no se habían dado ya cuenta, comprando todos los argumentos a los insurrectos y otrora sediciosos, hoy simples actores de “desórdenes públicos agravados”, que en eso se ha convertido la obsoleta sedición.

No soy profeta ni hijo de profeta, pero cuando estos días tantos hablan de la falta de credibilidad de Sánchez, me acuerdo de ese encuentro. No iba yo tan descaminado. Ahora parece vox populi, y lo de vox conste que no va con segundas intenciones. Y ahora hasta parece también que añoramos al previsible y prudente Rajoy, hoy ilustre cronista deportivo, frente al imprevisible y temerario Sánchez. ¡Cuánto me gustaría poder encontrar un líder con un punto intermedio entre los dos! Pero miro alrededor y solo veo el vacío…