“A MICRÓFONO CERRADO”

‘LA PAZ Y LA PALABRA’

 

A través de este micrófono cerrado, me veo en la obligación de rememorar con ustedes unas imágenes que deberían avergonzarnos profundamente a todos, sin distinción. Las televisiones nos han vuelto a poner en la picota. Una tierra solidaria y generosa como la nuestra sufre en carne viva un escarnio, que no merece por accidentes, como éste, no tan accidentales.

Mas el altercado de Lorca, que ha dado la vuelta al mundo de los telediarios y al de las redes sociales todas, también quedará impreso en nuestra memoria colectiva durante mucho tiempo. No es fácil olvidar la saña de esa treintena de personas empujando a los agentes de la policía, al grito de gandules y otros epítetos de peor ralea; aquella caterva representaba a su modo una grotesca versión del asalto al Capitolio washingtoniano, un modelo a seguir para ellos, el ‘modus operandi’ más digno de ser imitado. Y lo imitaron. Y como aquellos energúmenos de la capital estadounidense, también aquí se profirieron amenazas del tipo ¡vamos a quemar el edificio! Pero entre el original y la copia, siempre el original…

La sombra del Trumpismo es demasiado alargada; aunque ¿qué pinta Trump y sus trumpazos por estos lares? La tentación de los populismos de hacerse oír por cualquier medio y a cualquier costa, también está en nuestra tierra. Y lo que ocurrió este lunes constituye una prueba evidente.

Mírese como se mire, lo que sucedió en Lorca no es en absoluto un asunto menor, por mucho que ahora en algún sector se le quiera restar importancia, sino todo lo contrario; es un síntoma de una enfermedad que hay que atajar de raíz, para evitar que el virus de la violencia circule libremente entre nosotros. Tomar por la fuerza la sede de la soberanía popular, el pleno de un ayuntamiento constituye la máxima expresión de ella, no denota sino furia y sinrazón… Porque la furia indefectiblemente no entiende de razones, ni tampoco atiende a ellas.

Las reivindicaciones que se dicen defender con este tipo de algaradas quedan en segundo plano. Sin entrar a valorar tales reivindicaciones, hay que poner el dedo en la llaga de la ira de unos ciudadanos que querían tomarse la justicia (o lo que ellos entienden como justicia) por su mano. Sin embargo, no hay causa alguna, por justa que pudiera parecer, que justifique un ataque de cólera tan desmedido que, si bien no pasó de un bochornoso alboroto, recuerda momentos de nuestra historia, que creíamos haber superado definitivamente.

 Hemos tardado demasiadas décadas en consolidar nuestra democracia como para poner en riesgo nuestra convivencia con ejemplos tan poco edificantes (y tan televisados) como el del lunes; no se puedan tolerar actitudes de esta índole que podrían tener un efecto multiplicador en extremo peligroso; en la democracia se disputa con las armas del diálogo, nunca con de las de la violencia. Por ese camino sólo se va al abismo.

Hago mías las palabras de López Miras, que en un tuit manifiesta tajantemente que todos debemos rechazar cualquier tipo de violencia. Además, el presidente aboga por el diálogo y el consenso. Lo mismo humildemente pido desde esta tribuna virtual: diálogo, consenso y sentido común… Y, por si fuera poco, la paz y la palabra.