MÚSICA CELESTIAL

Por Decir Algo

20 diciembre, 2022

“¡Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!” Resuenan los coros angélicos, pues no son palabras de humanos, en esta Navidad. Resuenan en medio de no demasiada paz y, por lo tanto, de una voluntad manifiestamente mejorable. No hay paz en el mundo y nos viene a la mente Ucrania y su sufrimiento, así como tantas otras guerras que acaecen en el mundo pero a las que no se les da tanta publicidad. No hay paz, dialéctica al menos, en nuestra España alterada por discusiones políticas cada vez de mayor calibre, donde si no te llaman facha, rojo, populista, ilegítimo o golpista, será porque no existes…

La buena voluntad, por desgracia, no se presupone. Prevalecen, también por desgracia, la desconfianza, los recelos y las suspicacias. ¿Cómo construir así un espacio de convivencia y entendimiento, si no se dan las premisas necesarias para que sea sólido y estable? Nos estamos acostumbrando al griterío, al exabrupto, a la descalificación y al insulto; no hace falta sino asomarse al panorama político actual para comprobarlo. Ni siquiera en los supuestos momentos de felicidad máxima, por ejemplo una victoria deportiva en el más sobresaliente acontecimiento mundial, se sabe muchas veces respetar al rival.

Quizás nos hayamos olvidado de que esas palabras de ángeles vienen precedidas de otras que son como su raíz, su base: “Gloria a Dios en el cielo”. En la Navidad los cristianos celebramos el nacimiento del hijo de Dios, que viene a establecerse como uno de los nuestros… que no es poco, es decir, que significa la altísima consideración que tiene la condición humana a los ojos de Dios: quizás bastante superior a la que tenemos nosotros mismos acerca de nosotros mismos, valga la redundancia. Aunque solo sea por esta razón, deberíamos sentirnos un poco más responsables de lo que nuestra existencia significa, seamos o no creyentes. No vaya a ser que lo de la paz en la tierra nos suene a lo que es, a música celestial.

Y si nos adentramos algo más en la esencia, y no solo en las formas, de aquel suceso que vino a cambiar el mundo y que de hecho lo ha cambiado y lo sigue cambiando aunque apenas nos demos cuenta, el nacimiento de Jesús en Belén es una muestra de amor de Dios por los hombres. Y el amor, no el odio ni la violencia, es el verdadero motor del mundo. Actúa de forma silenciosa, tanta que apenas nos damos cuenta, en nosotros y en millones de personas en toda la faz de la tierra, y lo va transformando todo. Ocurre que, sin embargo, no suele ser noticia y por eso parece que todo va de mal en peor, pero son falsas apariencias. Como sucede en las películas clásicas de toda la vida, toda esta historia tendrá final feliz. Los pastores y los magos de oriente lo vieron claro, clarísimo. Sigamos sus pasos presurosos hacia el portal. Siempre habrá Herodes aguafiestas pero –insisto– como en las películas, al final siempre ganan los buenos. ¡Feliz Navidad a todos y próspero año 2023… por decir algo, que no es poco!