18 mayo, 2022

Qué entretenidos estamos, ¿eh?, con todos los temas polémicos, controvertidos y debatibles, pero al fin vanos, vacíos, triviales, pueriles, nimios y superficiales que la factoría de absurdos de La Moncloa se esfuerza por ofrecernos día a día. Puro humo, denso, espeso, compacto y plúmbeo, con la sola utilidad de impedirnos ver el bosque, aunque sea al precio de quemar los árboles.

Porque el bosque, nuestro bosque, hoy, en la sociedad española, no es otro que los datos disparados del Indice de Precios al Consumo que usted y yo padecemos en cuanto ponemos un pie en la calle. Y, sin necesidad de salir siquiera de casa, el atraco a mano armada del precio de la electricidad, el gas o el gasóleo, que menos mal que vamos para el verano y el calor, porque si no o nos arruinábamos o íbamos a pasar más frío que el que pasaban los reclutas canarios cuando iban a hacer la mili en Araca (Vitoria) o Cerro Muriano (Córdoba), cuando había mili, reclutas y el cambio climático no nos había vuelto loco el termómetro.

Humo, y no otra cosa, es la polémica creada por Irene Montero con todo el tema de la nueva Ley del Aborto. Y me arriesgaré a patinar, como ocurre ahora cuando un hombre (por definición, machista y heteropatriarcal) aborda un tema del que parece que solo pueden opinar ellas. Y no “ellas”, las mujeres; sino ellas, las extremistas de un femismo equiparable al peor machismo islamista o medieval -que viene a ser lo mismo-.

En toda mi vida profesional, en la Administración Pública y la empresa privada, han sido de mi responsabilidad (porque si digo “a mis órdenes” soy reo de crucifixión) equipos formados por hombres y, generalmente en mayor número, mujeres.

Jamás, oiga, jamás en cuarenta años me ha venido ninguna de las que consideraba compañeras, a decirme que tenía la regla y se iba a quedar en casa. Entre otras cosas, porque si uno constataba su malestar -como el de un compañero masculino- la mandaba a su casa, porque siempre me ha parecido más importante la salud y el bienestar de un compañero que la labor que tuviera que desarrollar en ese momento, que podíamos hacerla algún otro.

A la esforzada walkiria del extremismo feminista, que no es feminista, sino solo extremismo, se le debe olvidar, desde su sueldazo y el casoplón que se ganó -además de un Ministerio- con su relación con “aquel”, lo que hubiera durado como cajera de supermercado en caso de salir adelante su insensata, necia, desatinada, imprudente, irreflexiva e irrazonable iniciativa.

Pero no importa, solo es humo. Durará lo que durará, con la ayuda de los generosamente subvencionados medios de comunicación habituales. Mientras, los guionistas de fábulas, chismes, bulos, patrañas, habladurías y rumores al servicio de Pedro Sánchez, seguirán echando leña verde al fuego, para que la fumarada aparte nuestra vista de un Gobierno acabado, inoperante, ineficaz, inútil, inactivo, nulo, vano, estéril e infructífero. Como el mismo humo.