Comprar Marruecos

El Punzón, opinión

20 febrero, 2023

Pedro Sánchez está que no cabe en sí –y mira que le cabe- con la duodécima Reunión de Alto Nivel entre el gobierno que preside y el gobierno de Marruecos. Sus púlpitos mediáticos califican el encuentro de “histórico”, “definitivo para sellar la crisis diplomática” que el propio gobierno español propició con la torpeza de acoger en España al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para recibir tratamiento médico, y que culminó unas semanas después con la entrada ilegal de cerca de 10.000 migrantes en Ceuta en poco más de 24 horas y la retirada de Marruecos de su embajadora en Madrid. Que la tal cumbre va a ser la leche, vaya, la caraba en bicicleta.

Pero ocurre que, además de ser un encuentro tradicionalmente anual –vecindad obliga- que no se celebra desde 2015, entre la mencionada crisis de 2021 y la reunión que comienza hoy, han pasado más cosas, muchas más cosas: que Sánchez cambiara radicalmente la postura de estado de España respecto al Sáhara, que surgieran las dudas de por dónde le tenían agarrado los alauitas tras el espionaje a su teléfono móvil con el simpático Pegasus, que se ofendiera a Argelia, nuestro más próximo y preferente surtidor de gas, por revenderle su energía a Mohammed VI; o que un subdito marroquí, al que Rabat no quería readmitir en su territorio, asesinara a un pobre sacristán e hiriera a otras cinco personas en dos iglesias de Algeciras.

¿A qué va entonces Pedro Sánchez, tan ufano, al Reino Alauita? Pues a comprar Marruecos, porque lleva bajo el brazo más de veinte convenios y acuerdos cuyo contenido exacto –menos aún su literalidad- ha sido imposible obtener en ninguna fuente del Gobierno. O sea, que vamos a enterarnos del precio de la flamante “nueva relación de encaje definitivo de la cooperación entre dos socios estratégicos” solo hasta donde quieran contarnos.

Sabemos, sí, que vamos a regar con dinero español las arcas de Marruecos y –no lo duden- de su sátrapa monarca, con nuevo protocolo financiero que permitirá la financiación de proyectos en Marruecos por valor de 800 millones de euros, que vamos también a pagar inversiones en infraestructuras, en especial las ferroviarias, y también en desaladoras, o un programa de colaboración en materia de seguridad y terrorismo.

Creo que Sánchez no ha pisado nunca un zoco en Rabat, Marrakech, Fez o Casablanca; y no sabe por tanto cómo se las gastan los marroquíes en sus relaciones comerciales, desde la calle a los palacios reales. Si crees haber llegado a un acuerdo, aún te quedan dos horas de regateo. Eso si tienes la fortuna de tener una postura preponderante. Si, como Sánchez, estás genuflexo y culipompido –que suena a presidente del TSJ pero no es lo mismo-, y ello porque tienes mucho que callar y ofrecer, te van a chulear todo lo que quieran y más.

Ya me gustaría saber a mí si en esos convenios que Sánchez quiere que se firmen no hay alguno que atente contra los intereses, por ejemplo, de los agricultores españoles, o de la Hacienda española, o de las empresas españolas establecidas en Marruecos. O si alguno recoge, en letra pequeña, por supuesto, la continuidad de las lucrativas actividades en el país de Begoña, la señora latu sensu del presidente.

Con estas, da uno en creer que lo mismo la acción criminal de Yassine Kanjaa en Algeciras no era sino un test de cuán amplias son la tragaderas de Sánchez antes del “trascendental” encuentro. Igual por eso sonreía el terrorista cuando lo detuvieron…