BORIS, ISABEL Y OTROS ESPECÍMENES

opinión, Por Decir Algo

08 febrero, 2022

No suele ser el Reino Unido un país que encandile a los españoles, por lo general. Diferencias culturales e históricas nos han marcado tanto que hacen difícil que se produzca la mutua simpatía. Nos podríamos remontar hasta los tiempos de la célebre Armada Invencible, por supuesto, para explicarlo; o tiempo después –y aún sigue– el peñón de Gibraltar como elemento permanente de discordia. Todavía hay quien usa, de forma irónica y peyorativa a un tiempo, la expresión “pérfida Albión” para referirse a los ingleses cuando no la más hiriente de “los hijos de la Gran Bretaña”.

Menos mal que, de vez en cuando, surgen personajes como el entrañable Michael Robinson, que en paz descanse y que tanto echamos de menos en el mundo del fútbol. Aportan ese nexo de unión sentimental que nunca debe faltar entre pueblos casi vecinos. De británicos, por otra parte, se han llenado habitualmente nuestras playas mediterráneas y las islas Canarias donde, en algunos establecimientos hosteleros a pie de playa, se pone un letrero que dice: “Se habla español”. El sol y la buena comida son bienes escasos por aquellas islas, que aquí solemos tener en abundancia.

En cuanto a idiosincrasia, siempre nos han parecido los ingleses un poco “raretes”, pero en el fondo son seres humanos como nosotros y con ganas de juerga. Se suele tildar al español de pícaro y pillín, estereotipo quizás injustamente generalizado porque para pícaros y pillines basta con asomarse al número 10 de Downing Street, ahora bajo el ojo de la sospecha de las fiestas pandémicas con el primer ministro Boris Johnson a la cabeza; una cabeza que más de uno, incluso de sus propias filas conservadoras, está pidiendo por incongruencia ética y estética.

Frente a la figura del ahora discutido Boris emerge la de la incombustible reina Isabel, que acaba de cumplir setenta años en el trono y las ha visto de todos los colores. Es el pegamento que une de forma intangible a todo el país, a todo su Reino; que sí es de este mundo aunque parezca inmortal… sobre todo a su hijo Carlos, Príncipe de Gales casi a título vitalicio. En estos tiempos acelerados que corren, la monarquía británica permanece como pilar por el que no parece pasar el tiempo, con un índice de aprobación popular que aquí nos causa pasmo y no sé yo si incluso un poco de envidia.

Quizás Inglaterra no nos cae especialmente bien pero, en todo caso, aquí tenemos bien asentado El Corte Inglés. Menos es nada…